"Bailar es la mejor cosa que un hombre y una mujer pueden hacer con los zapatos puestos". Esa frase sirve de lema al programa de música bailable que Radio Concierto, la difusora de mi familia, tiene desde su fundación. La idea de ese programa fue de Miguel Ángel Arizpe Cordero, hombre que sabe de música y de baile. Él y yo acabamos de celebrar 70 años de ser amigos. Nuestras madres se conocieron en la antañona placita de San Francisco, en Saltillo, cuando nosotros teníamos un año de edad y ellas salían a pasearnos en nuestras carreolitas. Llegado el tiempo nos inscribieron juntos en el jardín de niños, y luego en el Colegio Zaragoza, institución lasallista donde ahora están nuestros nietos. Miguel Ángel es cultivador de la nostalgia, igual que yo. Pensó él que a la gente le gustaría oír la música a cuyos acordes se bailaba en los legendarios saraos de Saltillo: aquellos bailes rancheros, famosísimos, de la Sociedad "Manuel Acuña"; el refulgente "Blanco y Negro", del Casino; los de graduación, tradicionales, del Ateneo Fuente, el Tec y la Normal. En su programa, pues, empezó Miguel Ángel a poner música de las orquestas que venían a esos bailes: la de García Esquivel, Agustín Lara, Carlos Campos, Luis Arcaraz, Ingeniería, Pérez Prado, Pablo Beltrán Ruiz, y un extraordinario conjunto de Saltillo, la orquesta del maestro Lorenzo Hernández, que alternaba de igual a igual con las de la Capital, y aun a veces las superaba. Cuando empezamos a transmitir la música de esas orquestas nos dimos cuenta de que la gente que vivió aquellos ayeres no sólo la escuchaba: también bailaba en sus casas, recordando los tiempos de la juventud. Grupos de parejas amigas se juntaban y hacían bailes caseros con la música a cuyas notas quizá se enamoraron. Entre todas esas orquestas había una que gozó siempre de especial predilección: la de Beto Díaz, llamada "La Orquesta de la Provincia". Tenía -y tiene todavía- su sede en Fresnillo, Zacatecas, ciudad de gran tradición musical. Seguía tocando Beto Díaz, y pensamos invitarlo a que volviera a Saltillo como regalo a nuestros radioescuchas. Hicimos, pues, el "Baile del Recuerdo", de Radio Concierto. El éxito fue tal que a nosotros mismos nos sorprendió. Acudieron a él desde el artesano más sencillo hasta el más encumbrado magnate. Repetimos la ocasión el siguiente año, con éxito mayor. La gente nos pidió que hiciéramos dos bailes anuales, y accedimos a la petición. Después sobrevino la tragedia. Fue Beto Díaz a Saltillo, invitado por otro patrocinador, y en el camino su autobús chocó. Murió él junto con cuatro de sus músicos. Pero la orquesta no acabó. Beto Díaz hijo tomó la batuta que dejó su padre y reorganizó el conjunto. Vino a tocar hace unos días en el baile de Radio Concierto. Cuando la orquesta apareció, y aun antes de que tocara la primera nota, sucedió algo conmovedor: el público que llenaba el salón se puso en pie y tributó al conjunto un aplauso interminable. Luego la orquesta empezó a tocar una de sus piezas más representativas: "Mirando una estrella". Todo mundo salió a bailar, como si todas las parejas fueran una sola. Tuvo razón mi compadre Manuel Canizales cuando tomó el micrófono y dijo que Beto Díaz, padre, estaba ahí presente todavía. Nuestras vidas se acaban, sí, pero la vida sigue. Debemos darle gracias lo mismo por lo que se va que por lo que viene. Recordaremos siempre a Beto Díaz, y seguiremos bailando las armonías de la orquesta que él fundó, y que ahora dirige su hijo con igual talento y con estilo igual. Como dice la canción: "Memories are made of this". De esto están hechos los recuerdos... FIN.