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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

En la cena con invitados el jefe de la casa peroraba en modo campanudo sobre los problemas de la relación matrimonial. Declaró con tono de magíster: "La infidelidad de la mujer casada se debe frecuentemente al propio esposo. Su indiferencia, su falta de interés en la cuestión sexual, son muchas veces causa de que la esposa busque en otra parte lo que en su casa no ha podido hallar. Es el marido entonces, y no la mujer, quien tiene la culpa de la infidelidad". El compadre del esposo le dice, emocionado: "¡Gracias, compadre! ¡No sabe usted el peso tan grande que acaba de quitarnos con sus palabras a mi comadre y a mí!"... Babalucas y su esposa llevaron a su hijo más pequeño con el médico. Después de examinar al crío pregunta el facultativo: "El niño ¿ha tenido paperas?". Responde ofendido Babalucas: "Y también pa' manzanas, y pa' duraznos, y pa' melones y sandías, y pa' lo que quiera. Está usted hablando con gente de posibles, doctor"... Frente a los salvajes que los rodeaban le dice el explorador a su curvilínea esposa: "Todo indica que tendrás que irte con ellos, Nalgarina. El jefe de la tribu me dice que de espejitos y cuentas de colores ya están hasta la madre"... "Con que cómanos, bébanos y ámenos, aunque no trabájenos". Esa mexicanísima frase parece ser la divisa, lema, mote, emblema, frase heráldica o blasón de los diputados y diputadas al Congreso de la Unión. Saliéronse con la suya, y -revolucionarios como son-, tomáronse dos días de vacaciones con motivo del aniversario de ese gran mito llamado la Revolución, que más vigencia tiene en los corridos que en los resultados. Mucho dinero cuestan a los contribuyentes los 500 legisladores que padecemos. También ellos dan más espectáculo que resultados, y aun así no pierden ocasión de holgar. Aunque, pensándolo mejor, a lo mejor la Nación se beneficia más con la ausencia de los diputados que con su presencia en el recinto camaral. Adelante, pues, con la bandera de la holganza... Al día siguiente de la noche de bodas Susiflor, la flamante recién casada, llamó por teléfono a su mamá, y le dijo jubilosa: "Mami: me habías dicho que todos los hombres son iguales. Pero no es así. ¡Hay unos que tienen más igualdad que otros!"... La señora de Empédocles Etílez, ebrio consuetudinario, fue a buscarlo en la cantina. Entró al infecto local y lo sacó de ahí. Le dice: "¡Qué lugar horrible es ése! ¡Oscuro, lleno de humo, y con olor a rayos!". "¿Ya ves, viejita? -responde con mansedumbre el temulento-. ¡Y tú que creías que yo iba ahí a divertirme!"... Sir Iaco se dirigía a las Cruzadas. Hizo que el herrero del pueblo le fabricara un cinturón de castidad, y se lo puso a su mujer, lady Lla. Luego le entregó la llave a lord Osis, su mejor y más leal amigo, a quien confió la integridad y pureza de su esposa durante el tiempo que duraría combatiendo por la fe. Salió, pues, sir Iaco de su castillo roquero. Iba al frente de una lucida mesnada de jinetes. Pero no se había alejado mucho cuando lord Osis lo alcanzó al galope de su brioso corcel. "¡Iaco! -le gritó el leal amigo-. ¡Ésta no es la llave!"... Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, visitó en su casa a don Autumnio, senescente caballero, también célibe. En la sala él la invitó a tomar asiento en un sillón frailero, parte de la rica colección de antigüedades que poseía. Le dice: "A eso en que está usted sentada le calculo casi 100 años de edad". "Se equivoca usted, señor mío -replica con enojo la señorita Sinpitier-. Apenas voy a cumplir los 40"... Llegó la señora del trabajo, y su esposo la recibió lleno de urentes ímpetus eróticos. La tomó en los brazos, y de inmediato empezó a desvestirla. "¡Ay, viejo, por favor! -le dice ella-. ¡Cuando llego a casa quiero olvidarme de todo lo que hago en la oficina!"... FIN.

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