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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El cuento que viene al final de esta columnejilla se llama "Ilusión vana". Es muy grosero. Lo leyó el reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que rechaza los mandamientos de la ley de Dios y admite sólo sugerencias políticamente correctas), y su azoro fue tan grande que sufrió un repentino ataque de jargonofasia, extraño trastorno del habla por el cual el paciente intercala sílabas y palabras sin sentido en el lenguaje, haciendo que se vuelva incomprensible. El reverendo se soltó hable y hable, y nadie le entendía nada. Fue como aquel orador que al empezar su discurso ante una levantisca muchedumbre dijo con voz altitonante: "¡Yo no soy Demóstenes!". "¡Sí has de ser, cabrón -le gritó desde el fondo un barbaján-, nomás que te haces pendejo!". Lean mis cuatro lectores el supradicho cuento, "Ilusión vana", pero advertidos de que ese nombre al parecer romántico encubre en verdad una gran majadería... En cierta ocasión iba yo en mi automóvil por la calle, y en el semáforo un vendedor me ofreció una Última Cena hecha de yeso y coloreada a mano. Le pregunté cuánto costaba. Respondió: "15 pesos". Le dije que el precio era muy caro. "¿Cómo caro? -protestó con mucho énfasis el tipo-. ¡Le sale a peso cada apóstol, y a 3 pesos Jesucristo!". Yo me pregunto a cómo nos sale a los mexicanos cada voto de los que se depositan en las urnas los días de elección. No soy experto en cálculos. Soy más bien como aquel individuo que dijo en la cantina: "Calculo que todos los que están aquí son puros -uleros". Se levantó un grandulón y le propinó una tunda. Desde el suelo, echando sangre por nariz y boca, balbuceó el infeliz: "Calculé mal". Sin calcular ni mal ni bien yo pienso que las elecciones en México han de estar entre las más caras del mundo. Al elevado costo de la profusa burocracia electoral ha de añadirse lo que se gasta en propaganda electorera, erogación que sale también del bolsillo de los contribuyentes. México es un país pobre con partidos ricos y elecciones carísimas... Sigue ahora el cuento que arriba se anunció: "Ilusión vana". Las personas que no gusten de leer cuentos de color subido deben saltarse hasta donde dice FIN... Doña Pendona, mujer muy dada a los placeres lúbricos, oyó decir que el tamaño de los pies del hombre es indicador de otro tamaño que a ella le interesaba mucho más. Ese dicho no pasa de ser una conseja. Se ha sabido de hombres que usan zapatos que parecen canoas, y andan escasos en la región del centro. Otros varones hay, en cambio, que tienen pie pequeño, y su dotación en esa comarca es ubérrima, munificente. Zapatos vemos, lo demás no lo sabemos. El caso es que un día llegó a la casa de doña Pendona el nuevo cartero, un joven garrido y bien plantado. Lo primero que hizo ella fue mirar con disimulo el calzado del muchacho. Advirtió que lo usaba de tamaño grande, de modo que lo invitó a pasar y le ofreció una copa. "Por ley no debo beber en el trabajo -declaró el cartero-, pero en este preciso instante no estoy trabajando, de modo que venga el trago, y viva Correos México". Acabada la libación doña Pendona le propuso al empleado postal refocilarse juntos en el deliquio erótico. El cartero, especializado en entregas inmediatas, aceptó la propuesta. Terminado el trance doña Pendona le preguntó al joven la medida de su zapatos. "Estos que llevo ahora no son míos -confesó el cumplido empleado federal-. Me los prestó un amigo para que anduviera cómodo. Él calza del 16, desparramado; yo, modestamente, soy del 7". Doña Pendona le dio mil pesos y le dijo con rencoroso acento: "Tenga para que se compre unos zapatos de su medida y no ande por ahí engañando a las personas de buena fe"... FIN.

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