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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Los mexicanos creemos que somos libres. Deberíamos considerar, sin embargo, hasta qué punto nuestras libertades son limitadas por un Estado que todavía aspira a ser todopoderoso, y que acota la capacidad de acción del individuo en mil y mil maneras, las más de ellas absurdas, y aun ilegales. Ejemplo de lo que digo es la libertad de trabajo. Se diría que el Estado mexicano se propone evitar que los ciudadanos creen empresas, y por lo tanto fuentes de empleo. Quien quiere establecer un negocio, por pequeño que sea, debe emprender un viaje comparado con el cual la odisea de Ulises para volver a Ítaca es simple juego de chamacos. Una inflexible burocracia -o muy flexible, si se le sabe el modo-; una infinita cantidad de trámites y de permisos; arreglos de todo orden y desorden; a todo eso ha de hacer frente aquel que quiere trabajar y dar trabajo. Nuestra libertad de acción se ve así severamente coartada por un Gobierno que no está al servicio de la persona, sino se sirve de ella; cuyos integrantes no se sienten mandatarios, sino mandantes; y que no ve en cada individuo a un ciudadano, sino a un súbdito. Debemos esforzarnos en conseguir que ese Gobierno burocrático nos devuelva nuestra plena libertad... El marido era un fanático del golf. Su esposa no había practicado nunca el juego. Un domingo el señor la llevó al campo. Quería que supiera por qué se dedicaba con tanta asiduidad al golf: era tan difícil el juego que se necesitaba mucho tiempo para jugarlo bien. Claro, pensó, ella no entendería nada. "-Lo único que tienes que hacer -le dijo con cierto tonillo desdeñoso-, es golpear la pelotita con este palo en aquella dirección''. Después de impartirle esas escuetas instrucciones el marido se dio la vuelta a fin de disponer las cosas para su propio juego. En eso le dice la señora: "-Oye, Hoganio, tendrás que darme otra pelota. La mía cayó en un hoyito que está allá''... Una mosca y una mosquita se posan en la redonda y reluciente calva de un señor. "-No me lo vas a creer, hijita -dice con gran tristeza la mosca a la mosquita-, pero hubo un tiempo en que todo esto que ves era un espeso bosque''... El tímido muchacho pregunta a la avispada chica: "-Dime de veras, Rosibel: ¿no te aburre mi conversación?''. "-¡Naturalmente que no, Oralio! -lo tranquiliza la muchacha-. ¡Ni siquiera te estaba oyendo!''... "-Mi señora y yo fuimos a la peregrinación de San Juan de los Lagos -cuenta un sujeto a otro-, y en medio de aquella enorme multitud sucedió un milagro muy grande''. "-¿De veras? -pregunta el otro muy interesado-. ¿Qué sucedió?''. "-Se perdió mi mujer'' -responde el tipo... Un individuo majadero e insolente hacía objeto de malos tratos a la meserita del restaurante. Se quejaba el tipo de la lentitud del servicio, cosa de la cual la muchacha no tenía ninguna culpa, y la reprendía con acres dicterios y palabras duras. Por fin le dice: "-Para que sepa usted con quién está tratando, jovencita, ha de saber que soy uno de los miembros más conocidos de la Sociedad Protectora de Animales''. "-¿Protector o protegido?'' -pregunta la muchacha... El galán acude a la casa de su novia a fin de pedirla en matrimonio. El padre de la muchacha comienza a interrogar al chico: de qué familia era; qué estudios había realizado; en qué trabajaba; cuáles eran sus ingresos. A todas las preguntas dio cumplida respuesta el pretendiente. "-Espero -dice por último el señor al novio de su hija-, que no sea usted de esos hombres que les levantan la mano a las mujeres''. "-De ninguna manera, don Geronte -responde el galancete-. A mí más bien me gusta levantarles las piernas''... FIN.

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