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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Lo que en la mujer es adulterio, y en el hombre travesura, se da con más frecuencia cuando baja la temperatura. Hacía frío aquella tarde. Lord Feebledick regresó de la cacería de la zorra y encontró a su mujer, lady Loosebloomers, en estrecho consorcio de libídine con Wellh Ung, el fornido mocetón encargado de la cría de los faisanes. Le dijo milady para justificarse: "Es que la calefacción no está funcionando". "Ten más cuidado, mujer -recomendó el marido-. ¿Qué tal si en vez de ser yo quien te encontró en esta situación hubiese sido cualquier otra persona?". "Es cierto -admitió ella-. En adelante procuraré ser más cuidadosa". "Y tú, muchacho -se dirigió lord Feebledick a su sirviente-, ¿acaso no es ésta la hora de dar de comer a los faisanes?". "Los dejé ya bien comidos, milord -respondió el mozo-. Usted sabe que no me gusta faltar a mis deberes". "Entre los cuales, por cierto -replicó, severo, el dueño de la casa-, no está el de suplir la ausencia de la calefacción". "Señor -dijo Wellh Ung-, nada me cuesta dar un pequeño servicio adicional". "Por éste no esperes ninguna recompensa" -le advirtió el jefe de la casa. "Ay, Feebledick -lo reprendió lady Loosebloomers-, no seas cicatero. ¿Qué te cuesta darle una pequeña propina a este muchacho por el servicio térmico que me prestó? De no ser por él me la habría pasado tiritando en la cama". Le contestó milord: "Siempre he sospechado que hay entre tus ancestros un francés. En Francia tienen sexo; en Inglaterra tenemos bolsas de agua caliente". "Para ti quizá es lo mismo -contestó lady Loosebloomers-, pero no para mí. Yo suelo practicar la erotolalia: me gusta hablar con mi pareja al hacer el amor. Cuando tuve aquella relación con mister Shaw solíamos cambiar impresiones acerca de la decadencia del teatro en el Imperio, o tratábamos cuestiones sociales que a él le interesaban mucho. Con este joven sostengo amenas pláticas sobre la flora y la fauna en Devonshire. ¿Acaso se puede conversar con una bolsa de agua caliente?". "Razonable parece el argumento -reconoció lord Feebledick-, pero no es suficiente para justificar un adulterio. Sé que la carne es débil, y que es difícil romper algunos hábitos. Si yo no puedo dejar la pipa, tampoco puedo pedirte que renuncies a esta lúbrica afición. Pero una cosa voy a solicitarte: ya que no puedes ser casta, procura ser cauta". Así dijo lord Feebledick, y después de hacer una leve inclinación de cabeza para despedirse de lady Loosebloomers y de su concubinario, se dirigió a la biblioteca a resolver el crucigrama del Times... Lo que acabo de relatar es lamentable prueba del mayor mal que aqueja a nuestro siglo: la pérdida de los valores. Los he buscado por doquier sin encontrarlos. De la pérdida de valores deriva la pérdida de rumbo. Tres años se cumplen hoy de la gestión de Felipe Calderón, y ciertamente el aniversario no da motivos para fiestas. Sin rumbo va el País; sin rumbo quienes lo gobiernan, y sin rumbo también este articulejo, que empezó con un relato sicalíptico y ahora se pierde en una inútil elucubración. Así las cosas, no cantemos que éstas son las mañanitas que cantaba el rey David. Hagamos más bien: "¡Gulp!", onomatopeya de aquél que siente azoro o miedo, y esperemos que los próximos tres años pasen pronto. Lo mismo, creo, espera Calderón... Don Algón y una amiguita fueron a un motel. Al terminar el trance que los había llevado ahí le pregunta el salaz ejecutivo a la muchacha. "El rato que acabamos de pasar aquí ¿no te hace desear otro?". "Sí -responde la muchacha-, pero ahorita está en el trabajo"... Pirulina le dijo al juez: "Este hombre me violó a medias". "¿Cómo a medias?" -se desconcertó el juzgador. "Sí -explicó Pirulina-. Me pagó con dos billetes de 500 pesos, y uno de ellos era falso"... FIN.

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