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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

Pinocho le preguntó a Gepetto: "Dime la verdad, padre: ¿estoy hecho de madera?". "Sí, hijo mío -respondió con tristeza el ancianito-. Eres de madera. ¿Cómo lo descubriste?". Contesta Pinocho: "Porque anoche estaba haciendo cosas, y se me encendió la mano". (Y di que te fue bien Pinocho. Manos tienes dos; antes no se te encendió lo otro)... Lady Loosebloomers instruía a la nueva criadita de la casa. "Estas pequeñas pinzas -le dijo- son necesarias cuando se sirve el té. Los señores acostumbran tomar con los dedos los cubitos de azúcar, y muchas veces lo hacen después de haber ido al baño. Por eso debes poner estas pincitas". Días después lord Feebledick recibió a sus antiguos compañeros del Cuarto Regimiento de Calcuta. Lady Loosebloomers dispuso lo necesario para servir el té. Notó que algo faltaba, sin embargo, y le preguntó a la criadita: "¿Dónde pusiste las pincitas, Dumby?". Responde la muchacha: "En el baño de señores, claro"... Babalucas fue invitado a conocer el nuevo submarino. "Le falta algo -observó-. La puerta de salida debe tener atrás otra puerta, de rejilla". "¿Por qué" -preguntó con extrañeza el ingeniero que diseñó la nave. Responde Babalucas: "Supongamos que abren ustedes la puerta abajo del agua. Todos los peces se les van a meter". (Decía W.C. Fields: "Nunca bebo agua. Los peces hacen el amor en ella")... Doña Jodoncia, esposa de don Martiriano, le pidió a un médico que le diera píldoras del sueño para su marido. "¿No duerme?" -preguntó el facultativo. "Sí duerme -contestó doña Jodoncia-. Pero por las mañanas se despierta"... Tercera llamada, tercera. Hoy a las 12 horas, en el salón 4 de la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, presentaré "Mi perro Terry", la más reciente de mis obras. Hablaré del amor a las criaturas que comparten el mundo con nosotros, y de cómo un perro o una perrita pueden hacer que nuestra vida, y la de nuestros hijos, sea mejor. Narraré cuentos de perros, contaré anécdotas chispeantes, y compartiré con mis cuatro lectores tapatíos, jaliscienses, y de occidente en general, el gozo de vivir, y de encontrarnos entre libros. ¡Ahí te veo!... Pomponona era una joven mujer de muchas, muchas carnes. Cuando se pesaba en la báscula del baño se oía siempre un grito: "¡Ay!". Pero la que gritaba no era ella: era la báscula. La aguja llegaba hasta el extremo, y luego salía un letrerito que decía: "Continuará". Cuando Pomponona viajaba debía tomar dos autobuses al mismo tiempo. Sus medidas eran 90-60-90 (en una pierna). Sin embargo hay hombres que encuentran muy atractivas a las gorditas. Y además no batallan para encontrarlas. Así sucedió con Pomponona. La conoció un joven llamado Simpliciano, y se prendó de ella. Luego de un breve noviazgo los novios fijaron fecha para el desposorio. El papá del muchacho se preocupó bastante: su hijo no sabía nada acerca de las cosas de la vida, y además la novia era robusta, muy frondosa. Temió el señor que a la hora de la verdad su hijo no supiera encontrar lo que debía hallar. Así, lo llamó aparte y le dijo: "Voy a decirte cómo llegar al camino de la felicidad. La noche de bodas besarás a tu novia en la frente. Luego le besarás los labios. En seguida el cuello. A continuación el busto. Después la cintura. Y más abajito hallarás el camino de la felicidad". Al día siguiente de la noche nupcial el padre de Simpliciano, inquieto, lo llamó por teléfono al hotel. Le preguntó: "Hijo mío: ¿encontraste anoche el camino de la felicidad?". "Sí lo encontré, padre -responde Simpliciano-. Pero, la verdad, a mí me pareció más bien autopista de cuatro carriles". (Nota: Y con acotamiento para trailers a ambos lados)... FIN.

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