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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Hubo un seminario sobre orgasmo femenino. Nueve de cada 10 mujeres fingieron participar... "Júrolo por Dios, por Dios lo juro". Así decía Mariquina, la soltera del otro lado de la casa en que viví de niño, cuando aseguraba tener 29 años en vez de los 40 que le corrían ya por su desasosegado cuerpo. Yo no juro, pero sí digo que de haber sabido del homenaje que en Morelia se le rindió a don Luis Calderón Vega con motivo de su vigésimo aniversario luctuoso, habría asistido a la ceremonia. Gran mexicano fue don Luis, uno de aquellos panistas apostólicos a quienes cada derrota acendraba más para seguir librando el buen combate por la democracia. Yo no lo conocí. Me conmovió, sin embargo, la descripción que de él hizo su hijo, Felipe Calderón. Recordó cómo otro gran luchador de Acción Nacional, don Agustín Estrada Iturbide, llegaba a su casa y hablaba con su padre. "Al siguiente día -narró el Presidente- ya sabíamos que mi papá había aceptado oootra vez ser candidato del PAN". A mí casa llegó también un día don Agustín, con un grupo de distinguidos panistas de Saltillo, para ofrecerme una candidatura a diputado federal. Yo agradecí el honor -la presencia en mi casa de aquel hombre ejemplar era ya de por sí una distinción-, pero le dije que mi profesión de periodista me impedía no sólo aceptar esa postulación, sino también pertenecer a cualquier partido político, pues eso me quitaría la objetividad e independencia que se requieren para ejercer la labor crítica y evitar que los artículos que uno escribe se vuelvan tendenciosa propaganda o dogmatismo maniqueo. Lo mismo dije a partidos de la izquierda que en aquel tiempo me ofrecieron también candidaturas. Del PRI, en cambio, jamás recibí ninguna invitación, ni siquiera a tomar un café. Yo era su empecinado crítico (a los partidos, como a las piñatas, hay que pegarles cuando están arriba, no cuando ya cayeron), y al partido oficial le sobraban candidatos. En la ceremonia a la que me refiero dijo el Presidente que su padre fue novelista, historiador, cronista y orador. Yo añado que fue también uno de los mejores epigramistas que ha tenido México. Conservo en la memoria una chispeante redondilla que escribió para comentar la noticia de que un grupo de curas holandeses pedía la abolición del celibato sacerdotal y abogaba por la participación de la mujer en los oficios religiosos que la Iglesia reserva a los varones. Dice el travieso epigrama de don Luis: "Con Eva en la sacristía, / y abolido el celibato, / muy pronto en cada curato / tendrá que haber guardería". Me habría gustado, pues, asistir a la ceremonia en que se recordó a don Luis Calderón Vega. Merecen homenaje los mexicanos que en tiempos del priato lucharon por dar libertad y democracia a este país... Don Martiriano estaba en el hospital. Jodoncia, su mujer, fue a visitarlo, y el médico le pidió que le dijera a su marido algunas palabras de ánimo para acelerar su recuperación. Le dijo doña Jodoncia: "Alíviate pronto, Martiriano, porque ya me está gustando uno de los enfermeros que te atienden"... Una señora le preguntó a Babalucas si pensaba que una mujer podía tener un hijo después de los 35. "Definitivamente no -respondió el badulaque-. 35 hijos son más que suficientes"... Dos maduros caballeros hablaban del mucho sexo que habían tenido en su juventud. Comentó uno: "En aquellos años yo le hacía el amor a todo lo que se movía". "¿De veras? -dijo con extrañeza el otro-. Y ¿por qué te limitabas?"... FIN.

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