Famoso escritor fue Vicente Espinel, una de las mayores glorias del glorioso Siglo de Oro de las letras españolas. Maestro de Lope de Vega, se convirtió después en su discípulo, prueba de que Espinel fue gran maestro, y gran alumno Lope. A Vicente Espinel se le considera inventor de la combinación métrica que por él lleva su nombre: espinela, y que conocemos con el nombre de décima: 10 versos de ocho sílabas sujetos -lo mismo que el soneto- a cánones estrictos. Ahora bien: ¿por qué esta culterana explanación, impropia de una columnejilla inane como ésta? Me sirve de pretexto para anunciar que mañana pondré aquí la más pícara décima de cuantas corren por el mundo. La leyó doña Tebaida Tridua, presidenta de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, y vino al suelo postrada por un soponcio de tercer grado que los médicos identificaron con el síndrome de Profichet, consistente en la aparición paulatina de nódulos calcáreos debajo de la piel, producidos por alteraciones nerviosas. Las personas que no quieran sufrir el síndrome de Profichet deben abstenerse de leer mañana la mencionada décima. Así no serán inficionadas por tan tremenda majadería... ¿Cómo podré dar gracias a mis cuatro lectores tapatíos, y de otras partes, que abarrotaron el salón 4 de la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, para acompañarme en la presentación de "Mi perro Terry", la más reciente de las obras mías? Tanta gente asistió al acto que, dijo don José Calafel, director del Grupo Planeta, "las paredes de la sala desaparecieron", porque en su torno, de pie, tuvieron que oír la presentación quienes ya no acanzaron silla. Decenas y decenas de personas se quedaron sin poder entrar, pues las puertas hubieron de cerrarse por motivos de seguridad. Los generosos asistentes me aplaudieron aun antes de que empezara a hablar, y al terminar me despidieron de pie con una ovación interminable. Siguió la firma de libros. ¡Más de tres horas estuve dedicando los ejemplares que los bondadosísimos lectores me llevaron! Rompí el récord de firmas, según los encargados de atenderme. Me conmovió que mucha gente me pidió que su libro lo dedicara a su perro o su perrita, muestra del amoroso lazo que nos une a esas criaturas tan amadas. Me conmovieron también los regalos que recibí de mis cuatro lectores: libros, discos, estampas religiosas - "para que lo cuiden, pues lo necesitamos mucho"-, artesanías, dulces regionales. Una linda señora me obsequió una imagen de la Nuestra Señora de la Luz, porque sabía que ese nombre lleva mi esposa. Todo esto que digo no es para vanagloriarme, sino para agradecer el afecto de la gente, pues no hacerlo sería ingratitud. Además tuve dos deslumbramientos en la forma de dos bellísimas señoras. Pati Chapoy me cautivó con su sencillez y la hermosura de sus ojos, los segundos más bellos que he mirado después de los de la mujer cuyos ojos miro todos los días al despertar. ¡Qué pena que la televisión no alcance a mostrar bien los ojos de Pati Chapoy, ojos como para escribir un madrigal! Y ¿qué decir de Margarita Gralia? Su fulgurante belleza, su porte y calidad de gran señora son regalo para quien tiene la fortuna de conocerla. Yo, varón rendido ante la majestad de la mujer -de toda mujer-, me aturrullé en la presencia de estas dos señoras de tanto encanto y gracia, y me temo que cometí faltas hasta de ortografía en las palabras que puse al dedicar sus libros. Ellas entenderán, y me darán su perdón. Envío igualmente un saludo afectuoso a Pedro Sola, tan amable, tan caballero. Sigue volando el Terry, pues. En esta Navidad muchos amigos de los perros lo recibirán como regalo. ¡Qué maravilla! Mi amado cocker spaniel está vivo, aunque descanse ahora bajo un árbol de magnolia en cuyas flores blancas miro su inocencia de criaturita del Señor... FIN.
