Pepito leía en voz alta la lección: "En su trato con las mujeres los hombres deben ser siempre genitales". Lo corrige la maestra: "Gentiles, Pepito; gentiles"... La palabra "tertulia", ya anticuada, tiene preciosas resonancias. Servía para designar la reunión de personas que se juntaban en día y hora fijos, y en sitio determinado, a conversar. Aunque había tertulias de trastienda o rebotica, las más populares eran las de café. Ahí se hablaba con inteligencia de libros, de política, de arte, y del eterno tema: las mujeres. De un hombre sin caletre, soso y aburrido, decía Valle Inclán: "Le falta café". En México ha habido famosos asistentes a tertulias, que por serlo eran ingeniosísimos conversadores. A uno de ellos, don Victoriano Salado Álvarez, sus hijas le decían "don Tertuliano". Hay quienes hacen derivar esa palabra, tertuliano, del sapiente teólogo que llevó tal nombre. Otros dicen que proviene del latín "ter Tullius", que significa ser tres veces Tulio, en referencia a Cicerón. El caso es que ir al café sigue siendo hasta nuestros días costumbre inveterada de quienes todavía podemos darnos el lujo de cultivar dos bellas artes: el de la amistad y el de la conversación. Yo soy asiduo concurrente a sendas mesas de café en Saltillo. La primera es en el Viena, el café de mayor tradición en mi ciudad. La segunda es en el Toks, lugar moderno y agradable. Hace unos días la linda y gentilísima gerente de ese establecimiento, Samantha Caraza Aguirre, puso en mis manos un pequeño paquete y una carta. Decía la misiva: "Don Armando: No tengo el gusto de conocerlo en persona, pero sí conozco su obra a través de sus columnas y sus libros, y le manifiesto mi admiración y respeto. A nombre de la empresa en que orgullosamente colaboro me permito entregarle un Nacimiento elaborado por artesanos huicholes de la comunidad de San Andrés Cohamiata, del estado de Jalisco, en la Sierra del Nayar. Los árboles de Navidad que este año hemos colocado en nuestros restaurantes y oficinas en todo el país han sido adornados con artesanías elaboradas por manos huicholas, beneficiando a más de 150 personas. Espero tener la oportunidad de saludarlo muy pronto". Y firmaba el licenciado Gustavo Pérez Berlanga, director de Responsabilidad Social de Toks. ¡Qué precioso regalo! Voy a decir por qué. Mi esposa y yo nos casamos un diciembre, y distrajimos algunos minutos de la luna de miel -que pasamos en Guadalajara- para ir a comprar un Nacimiento pequeñito, de barro, en el mercado de San Juan de Dios. Así empezamos una colección a la que cada año sumamos un nuevo Nacimiento, de modo que tenemos ya 45. Los más de ellos han sido regalos de amigos buenos que conocen esa afición nuestra. Este año recibimos el de Toks, ciertamente uno de los más hermosos de la colección. De manos de los artesanos wixarikas -así se llaman los huicholes- salen prodigios de belleza, y éste Nacimiento en uno de ellos. En las figuras de San José y la Virgen; del Niño; del ángel, los pastores y los magos; del buey y la mulita y las ovejas, aparecen los símbolos que representan a las deidades de ese antiguo pueblo: el águila, el venado, el peyote y el maíz; todo presidido por el tsik'ri, que es el Ojo de Dios. Empresa socialmente responsable es Toks, a más de ser amable sitio de buenas viandas y esmerada atención. Agradezco tan bello regalo navideño, y alabo su preocupación por conservar ese tesoro de México: nuestras artesanías... Un maduro señor le preguntó a otro de su misma edad: "¿Qué tomas tú para el sexo?". Responde el veterano: "Tomo Ginco Bilova". El otro se desconcierta. Dice: "Entiendo que ese producto es para la memoria". "Precisamente -replica el otoñal caballero-. Así recuerdo dónde dejé el Viagra"... FIN.