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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

La reno hembra le dice a Rodolfo el Reno: "Está bien; vamos a hacerlo. Pero apaga la luz"... Un petrolero texano y su esposa fueron a París. En una mañana compraron tres cuadros de Picasso, dos de Miró, seis de Renoir, uno de Van Gogh, siete de Monet, nueve de Pissarro y cuatro de Cézanne. "Muy bien, Dougha -le indica el texano a su mujer-. Ya tenemos las tarjetas de Navidad. Vamos ahora a comprar los regalos"... Don Algón, salaz ejecutivo, le dice a su linda secretaria, dueña de muníficos encantos posteriores y anteriores: "¡Qué falta de imaginación la suya, señorita Rosibel! ¿Cómo que no se le ocurre nada qué regalarme?"... Estoy muy contento porque la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó legalizar la unión de la pareja homosexual. Estoy muy triste porque la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó la adopción de un niño o niña por una pareja homosexual. Voy a explicarme. La preferencia sexual de una persona no debe limitar sus derechos, como tampoco los debe limitar su raza, su condición económica o social, su religión o su ideología política. Quienes forman una pareja homosexual y quieren dar efectos jurídicos a su unión deben poder hacerlo, aunque esa unión no sea procreadora, según exige la Iglesia Católica. Pedir tal requisito como condición para legalizar la unión de dos personas equivaldría a negar la posibilidad del matrimonio civil a quienes no pueden o no quieren tener hijos. Me congratulo, entonces, de que la ley del Distrito Federal consagre ahora las uniones entre homosexuales. No estoy de acuerdo, en cambio, con la adopción de un menor de edad por la pareja homosexual, pues en este caso no se cuenta con la manifestación de voluntad del adoptado. Se me dirá que esa manifestación tampoco existe en el caso de la adopción por la pareja hombre-mujer. Respondo diciendo que en el caso de la adopción por homosexuales el menor o la menor quedan en una situación excepcional de características tan especiales que no debería ser impuesta a nadie, sino asumida en forma libre y consciente mediante un acto de voluntad. Cosa distinta sería la adopción por la pareja homosexual de un mayor de edad. La adopción tradicional es una ficción jurídica que suple una falta de la naturaleza. En el caso de la adopción por homosexuales no existe esa tal falta, motivo por el cual la libre voluntad del adoptado ha de manifestarse. Ante un infante el legislador debe ser en extremo cuidadoso, para no vulnerar sus derechos ni colocarlo en una situación excepcional que no será compartida por la mayoría de los niños con los cuales habrá de convivir. Hacer entrar a un menor en un núcleo familiar gay, que pese a su respetabilidad pertenece a un régimen de excepción, es tan indebido -y tan violatorio de los derechos de la infancia- como hacer que un niño ingrese a un seminario, y comprometa así toda su vida, antes de tener el discernimiento necesario para tomar por sí mismo, con plena conciencia de sus actos, esa importante determinación. Aplaudo, pues, la medida de la Asamblea del Distrito Federal de consagrar legalmente la unión de la pareja homosexual, pero confío en que una decisión posterior, menos apresurada y asumida con reflexión mayor, corrija aquello que a mi entender atenta contra la libertad de los menores y viola sus derechos... Rosilita -equivalente en niña de Pepito- le pide al Santa Clos de la tienda: "Quiero una muñeca, un telefonito, una pelota, un triciclo, un vestido, una caja de chocolates y un trineo". "¿Te has portado bien?" -pregunta Santa. Contesta Rosilita: "Mira: tráeme nada más la muñeca, pero no hagas preguntas"... FIN.

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