Dos agentes viajeros conocieron en el pueblo a unas muchachas y las llevaron a bailar. Al salir del antro les hicieron una proposición: "¿Qué les parece si vamos a nuestro cuarto del hotel?''. Pregunta una de las muchachas: "¿Traen aspirinas?''. "No'' -responde uno de los tipos, extrañado por la pregunta. "Entonces no vamos'' -dicen ellas. Pasó una semana, y los cuatro volvieron a salir. Se repitió lo mismo de la vez pasada. "¿Vamos a nuestro hotel, muchachas?''. ¿Traen aspirinas?''. "No''. "Entonces no vamos''. La tercera vez los agentes se compraron una buena dotación de aspirinas. "¿Vamos al hotel?'' -insistieron otra vez. "¿Traen aspirinas?'' -pregunta de nueva cuenta una de las chicas. "Sí''. "Entonces vamos''. Los agentes preguntaron, sorprendidos: "¿Por qué ahora que traemos aspirinas sí aceptan ir?''. Explica una de ellas: "Es que nos gusta follar hasta que nos duele la cabeza''... Uglilia, la hija soltera de don Poseidón, era la muchacha más fea de la comarca. Cierto día llegó al pueblo un visitante, y a don Poseidón le gustó para yerno. Luego de un rato de conversar con él le dijo: "Tengo una hija. El que se case con ella recibirá una dote de un millón de pesos". El forastero demostró interés, y don Poseidón lo invitó a comer a su casa. Después de las presentaciones de rigor, y cuando Uglilia fue a la cocina a disponer las viandas, le pregunta don Poseidón al visitante: "¿Qué le pareció la muchacha? ". "La verdad -responde el tipo-, lo que ofrece usted no es una dote. Es una indemnización"... Como todos los años, éste nos deja cosas buenas y recuerdos malos. ¿Que no nos deja nada bueno? Claro que sí. Nos deja los dones de la vida y la salud; la compañía de los seres queridos; la presencia de amigos buenos en nuestra vida, y mil otras bendiciones que no acabaríamos de enumerar. Contra esas riquezas nada pueden las crisis económicas ni la maldad de los perversos. Hemos entonces de aprender a estar contentos, es decir, contenidos en nuestros deseos, pues el que mucho ambiciona de mucho carece, y en cambio el que poco espera todo tiene. Ya lo decía aquel filósofo del estoicismo: hay que ser ricos, pero no por tener muchas cosas, sino por requerir muy pocas. Cierto día entró don Abundio en una gran tienda de departamentos. Paseó la mirada a su alrededor y luego dijo satisfecho: "¡Cuántas cosas hay que no necesito para nada!". En eso creo yo, estriba en buena parte la felicidad: en no envidiar nada; en no envidiar a nadie. Ahora que se acerca ya el final del año esperemos confiados el que viene, y hagamos la promesa de ser mejores. Si cumplimos ese propósito nuestro mundo será también mejor... Noé levanta la mirada al cielo y grita: "¡Señor! ¡40 días y 40 noches de lluvia! ¿Qué no te importa el medio ambiente?"... Don Martiriano se quejaba: "Nunca le doy gusto a mi esposa. Pasa una linda chica; volteo a verla, y mi mujer me dice: '¡Viejo ridículo!'. Pasa otra chica linda; no volteo a verla, y me dice mi mujer: '¡Mosquita muerta!'"... Un individuo con aspecto de predicador se le acerca a un empleado que salía de su oficina. "Ya viene el año 2010, hermano -le dice con ominoso acento-. ¿No te preocupa el fin del mundo?". "No, -responde el empleado-. Lo que me preocupa es el fin de la quincena"... La señora quería una casa más grande. Le sugiere su esposo: "Pinta los cuartos de amarillo. He oído que pintadas de ese color las cosas se ven más grandes". Esa noche la señora entró en la recámara con un bote de pintura amarilla y una brocha. Le dice a su marido: "Vamos a ver si es cierto". (No le entendí)... FIN.