Un mal día de este año el Gobierno de Estados Unidos anunció que el mundo iba a entrar en la más severa crisis económica de su historia; que muchas empresas reportarían quiebras que culminarían en un desempleo salvaje y pondrían al país de las barras y las estrellas en una posición de extrema necesidad económica. Lo mismo sucedería, para colmo, a muchos otros países de este pérfido mundo que habitamos
Pero luego llegó otra crisis que nos hizo redimensionar la debacle financiera; (¡habíamos sufrido tantas!): El secretario de Salud Pública hizo un aciago anuncio: En Veracruz y el DF se habían detectado brotes de una gripe contaminante, semejante a la Española que tuvimos en 1918, sólo que más grave. La vacuna existente era eficaz para la gripe de los veinte, mas no ante el nuevo virus que contenía condiciones de resistencia más graves; sin embargo, la pandemia emergente podría controlarse, en principio, si la sociedad acataba las prevenciones que la higiene y prudencia aconsejaban: manos limpias, frecuentemente lavadas con agua, jabón y algún líquido desinfectante; estornudos discretos tapándose la nariz para no desparramar al ambiente mucosidades contagiosas; evitar el saludo de mano, también el de besito y mucho menos una convivencia cercana, social o sexual, con un enfermo declarado. Deberíamos tomar todo género de precauciones, pero si acaso se sufrían insistentes y agudos dolores de cabeza y/o de coyunturas, dificultades respiratorias, tos reseca o húmeda, habríamos de acudir a un médico de confianza o a los servicios de salubridad pública. Allí serían valoradas las presuntas víctimas, y si portaban el morbo se les aislaría en cuarentena para evitar la propagación del virus.
Las reacciones públicas fueron diversas, escépticas y algunas francamente irresponsables. No obstante la mayoría del pueblo mexicano respondió seriamente al llamado de las autoridades encabezadas por el presidente de la República y el secretario de Salud Pública, quienes hicieron frecuentes convocatorias a la obediencia. En las localidades en que la endemia se manifestó con mayor virulencia se organizaron brigadas sanitarias para auscultar a niños, adolescentes, adultos y a personas de la tercera edad que pudieran ser víctimas potenciales del H1N1, como fue calificada aquella malignidad.
México no sería el único país que registraba la aparente epidemia; luego se reportaron casos de fallecimiento y contagio en Estados Unidos y Canadá, algunos en España, otros en Inglaterra, algotros en Francia y así, día tras día, surgieron informaciones sobre enfermos detectados en el continente Asiático, en Nueva Zelanda y Australia. Centroamérica y América del Sur también, Brasil sobre todo y Argentina. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lideró la asesoría para las acciones y recomendaciones al tiempo que los países con mayor desarrollo científico y potencial económico experimentaban una vacuna ad-hoc para combatir con eficacia esta vieja y reforzada plaga.
A un mes de la aparición de este evento en México se reportaba los mexicanos ya teníamos una reducción apreciable en la cantidad de contagios y, desde luego, nuestra situación perdía importancia estadística ante las de otros países igualmente afectados, En Coahuila, para singularizar al extremo, sólo hubo un fallecimiento reportado y hasta la fecha Salud Pública no ha vuelto a tocar el tema. Esto merece reconocimiento y aplauso.
El miedo no anda en burro, diría mi abuela; pero si el temor fue móvil principal para reaccionar con celeridad y disciplina, como todos los países, qué bueno es poder contarlo. Si hubiéramos oído y atendido las opiniones negativas que escuchamos y leímos sobre el cerco sanitario impuesto, ahora mismo se hablaría en tiempo pasado de muchos de nosotros; hoy es gratificante, en cambio, llegar a comprobar cómo los mexicanos hemos dejado la clásica actitud de baladronear de los machistas mexicanos: "
Ahora sólo resta una pregunta por hacer: si por cuidar nuestra salud supimos valorar riesgos y salir avantes contra ellos, ¿