Amigos, buen día:
En este mundo globalizado se ha vuelto cada vez más difícil ser original. Y la rara vez en que ello se consigue, lo único que puede esperarse es que cientos de copiones arruinen y choteen lo que en un principio fuera una buena idea.
Los másdigamos… veteranos de mis lectores recordarán, por ejemplo, la onda “streaker” de los años setenta. En aquellos remotos días sucedió que a un fulano le dio por correr desnudo en lugares públicos, como simple demostración de su desenfado, protesta por la sociedad materialista y ganas de fregar al prójimo. No pasó mucho tiempo para que andar apareciéndose en cueros en los lugares más inverosímiles se volviera una moda. De hecho, un “streaker” se presentó en plena ceremonia del Óscar de 1974, mientras David Niven presentaba a Elizabeth Taylor. Niven, flemático e imperturbable como
buen británico, atinó a hacer un comentario bastante ácido acerca del encueratriz… sin abandonar su proverbial sonrisa.
El caso es que hacerle al "Streaker" pasó de ser un acto osado a una moda, a una patética monserga en menos de un año. Como decíamos, es el destino de los actos originales que, por alguna razón, ciertas almas simples creen que deben imitarse. Y que cualquiera puede imitarlos.
Algo así le ocurrió al gesto del periodista iraquí Montadher al-Zaidi, quien se hizo universalmente célebre (y es visto como héroe en buena parte del mundo árabe) por aventarle sus zapatos a George W. Bush, al mismo tiempo que lo increpaba.
Lo hecho por Al-Zaidi fue, sin duda, original. El problema es que ahora sobra quién se considere con derecho a expresar sus puntos de vista arrojando calzado a los sujetos de su ira.
El asunto se volvió particularmente relevante durante las recientes campañas electorales en la India, la democracia más grande del mundo, en donde los comicios son cosa seria. No sólo por el volumen mismo de votantes, sino porque allá las pasiones suelen desbordarse
El caso es que a lo largo de las recientes campañas hindúes se dieron varios incidentes de zapatazos a diversos candidatos. Tanto así, que en algunas conferencias de prensa o reuniones con ciudadanos, algunos candidatos mandaron poner mallas metálicas entre ellos y sus escuchas. En otros casos, se les pidió que se descalzaran a quienes deseaban entrar a un lugar cerrado en donde se hallara el político en campaña.
Si las cosas siguen como van, al rato vamos a hallar niños tirándole el choclo al candidato a Rey Feo de la Kermes de la Primavera del Jardín de Niños Mi Ilusión. O algo así. Lo dicho: en este mundo matraca, ya ni los gestos originales se salvan de la masificación y el choteo.
Éste, amigos, éste es nuestro mundo. Que tengan un buen día.