La zona metropolitana de la Comarca Lagunera atraviesa por una etapa crítica. A los graves problemas de desempleo e inseguridad pública hay que agregar el gradual deterioro del entorno urbano motivado, primero, por la falta de mantenimiento y vigilancia y, segundo, por las obras públicas en proceso, la mayoría de ellas retrasadas, que carecen de las condiciones mínimas de seguridad para peatones y conductores de vehículos.
En lo que concierne al primer punto, en las cuatro ciudades de la zona conurbada es posible encontrar múltiples signos de abandono: plazas y parques con áreas verdes maltratadas y bancas destruidas; camellones sucios, destrozados y con maleza; pavimento desgastado, alumbrado descompuesto; semáforos apagados; edificios, monumentos y hasta obras aún no inauguradas rayadas con grafiti; señales caídas o dañadas, entre otros desperfectos.
Respecto del segundo, la mala planeación y el retraso en la ejecución de la obra pública han sido las constantes en ambos lados del río Nazas. En Torreón, por ejemplo, ha pasado casi un año y medio desde que iniciaron los trabajos de rescate del Centro Histórico, bajo la responsabilidad del Ayuntamiento, y todavía no se ve para cuándo terminarán con tanta molestia que diariamente ocasionan a visitantes y comerciantes.
Algo similar ocurre con el Sistema Vial Revolución, obra a cargo del Gobierno de Coahuila, que consta de diez pasos a desnivel, de los cuales únicamente han sido terminados 3, luego de 17 meses de haber arrancado con los trabajos. El bulevar Torreón-Matamoros está convertido hoy en trampa para los miles de automovilistas que lo tienen que transitar porque no existe otra ruta.
En Gómez Palacio y Lerdo todos los pasos a desnivel proyectados o comenzados están suspendidos desde hace varias semanas porque la Federación no ha liberado los recursos comprometidos. A esto hay que sumarle la problemática y fallida modernización del Periférico, obra que deberá ser corregida.
Como consecuencia de lo anterior, los ciudadanos de la comarca deben lidiar diariamente con un entorno urbano cada vez más hostil y desmoralizador. Como si no fuera suficiente tener que sortear con la crisis económica y la creciente delincuencia. Y todavía -el colmo de la insensibilidad y la indolencia- las autoridades se atreven a pedir a la población paciencia y comprensión.