Como un brutal guamazo sobre la férula que cubre mi nariz fracturada, así sentí al ver la foto que apareció en alguna de las publicaciones que recibí el pasado domingo. Se trata de un fotomontaje integrado por el siniestro ramillete de flores de pantano que por la desmemoria y la desidia ciudadana, avanzan con pasos firmes hacia el poder. En primer término aparecen las caras sonrientes, cínicas, impunes, del ex presidente Salinas y del gober asqueroso. Al centro la señora Beatriz Paredes, ella sí, merecedora de todos mis respetos por su indiscutible talento y su impecable trayectoria. Lástima que aparece rodeada de la misma impresentable gentuza que como botín, se ha repartido el aire, el suelo y hasta el subsuelo del país (el petróleo para mí, teléfonos para ti…, yo pido ferrocarriles… y así más o menos).
Entiendo que ante la indigencia moral de los candidatos en la pasada elección, mucha gente haya pensado ¡váyanse al diablo! y como un recurso desesperado promovieron el voto en blanco o simplemente se negaron a votar. Aunque en una democracia todas las iniciativas cívicas son respetables, esa fue fallida porque le dejó vía libre al Partido que institucionalizó la corrupción que después de algunas décadas se convirtió en la cultura que introyectamos y practicamos muchas generaciones. Hace apenas unos pocos años que intentamos cambiar la mentalidad y reeducarnos en la honestidad, desgraciadamente no hemos logrado avances significativos porque apenas estamos al principio de un proceso que requiere de muchos años y tal vez nuevas generaciones educadas en un ámbito de libertad y justicia, y con líderes ejemplares para que la transa y la impunidad se perciban como actitudes vergonzosas y no se ostenten con orgullo: “miren qué fregón soy” y “a mí las Leyes me la pel...”.
“México transitó de la dictadura perfecta a la democracia imperfecta” ha dicho el escritor peruano Vargas Llosa que es un lúcido observador. Todas las democracias son tensas, conflictivas e insatisfactorias, pero la nuestra además, es incipiente y frágil, por lo que hasta para mí que sólo soy una amita de casa, queda claro que lo que corresponde es fortalecerla, mejorarla con una participación cívica constante, prolongada, de abajo hacia arriba, en la casa, en la manzana, la delegación, el país, vigilando con lupa a los partidos, acotándolos, denunciándolos, manteniéndolos atrás de la raya. Eliminando los partidos patito que como el Verde, tienen como único propósito prostituirse al mejor postor. A los voraces e insaciables diputados, hay que encontrar el modo de cerrarles la caja del dinero público sobre los dedos y sentarnos en la tapa. Yo no tengo idea de cómo se hace todo eso pero estoy convencida de que es nuestra tarea democrática más inmediata.
En viaje reciente, Obama explicó a los africanos: “La condición esencial para ganar el futuro es la democracia, que no es hermosa, pero es útil. Los gobiernos que respetan las libertades de sus pueblos son más prósperos, más estables y más exitosos que los que no lo hacen. Ningún país va a crear bienestar si sus líderes se dedican a enriquecerse, si la Policía se vende a los traficantes de drogas. Nadie va a invertir ni quiere vivir en una sociedad donde la Ley da paso a la brutalidad y la corrupción”.
Desmemoriados que somos los pueblos; los italianos reeligen a Berlusconi, los argentinos reemplazan a Evita una y otra vez, y nosotros volvemos a poner a la pandilla basura en las Cámaras. Ahora lo mejor que podemos esperar es que se encuentren con una ciudadanía alerta y no a la aguantadora y agachona que los soportó durante siete décadas.
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