“Las divisas débiles tienden a señalar economías débiles.”
Brian Westbury
A principios de agosto del año pasado el peso se cotizó por abajo de las 10 unidades por dólar. Entre el 4 de agosto, cuando el dólar interbancario alcanzó su nivel más bajo de 9.8745 pesos, y ayer al mediodía, cuando se cotizó en 14.599, el precio del dólar subió 47.8 por ciento. Hasta hace apenas unas semanas muchos empresarios mexicanos estimaban que la devaluación del peso sería un fenómeno temporal. Las autoridades se vanagloriaban de haber tenido buenas políticas fiscales y financieras y culpaban de la presión cambiaria a empresas que habían contratado derivados para apostarle al peso. Sólo era cuestión de tiempo para que la divisa nacional regresara a niveles “razonables”.
Pero en lugar de volver a cotizaciones de 12.50 o 12, el tipo de cambio se está acercando cada vez más a los 15 por dólar. Ayer al mediodía, a pesar de una nueva subasta de dólares, el dólar se estaba cotizando en ventanilla (al menudeo) en 14.72 pesos.
La devaluación del peso está haciendo un enorme daño a las empresas mexicanas. Los bancos de nuestro país han logrado hasta ahora salir bien librados de la crisis porque no tenían los absurdos créditos que otorgaron las instituciones estadounidenses y no se metieron, tampoco, en el mercado secundario de hipotecas subprime que envenenó a tantos bancos de otros países.
El contagio de la crisis a nuestro país, sin embargo, está viniendo en buena medida de la devaluación del peso, que hace más caras las importaciones y que ha constituido un golpe brutal en contra de las muchas empresas que tienen deudas en dólares.
Son muchos los factores que están contribuyendo al desplome del peso. Uno de ellos es la deserción generalizada de los inversores del mundo de divisas que consideran de baja calidad, lo cual es virtualmente cualquiera con excepción del dólar, el euro y el yen japonés. No sólo el peso mexicano ha caído; también lo ha hecho el resto de las divisas latinoamericanas, el rublo ruso e incluso una divisa considerada antes como fundamentalmente sólida, la libra esterlina británica. El peso se ha devaluado en parte por el hecho de que, en un momento de crisis, no es una de las divisas fuertes del planeta. Pero hay factores específicos que están golpeando directamente al peso y que han hecho que sea una de las divisas que más han caído en el mundo. Los ingresos de divisas de nuestro país han descendido no sólo por la baja en los precios del petróleo y en la producción de petróleo crudo sino por un desplome de las exportaciones de manufacturas y una caída de las remesas de los mexicanos que viven en Estados Unidos. En un ambiente de contracción de la inversión a nivel mundial, el creciente déficit de cuenta corriente de nuestro país, el más alto de la historia, no está siendo compensado con ingresos de capitales. Por otra parte, la baja de medio punto en la tasa de interés de referencia del Banco de México el pasado 17 de enero, tras una prolongada presión de la Presidencia de la República, ha ayudado también a la devaluación. Algunos políticos y economistas piensan que la devaluación del peso no tiene por qué tener consecuencias negativas en la economía de México. La gente común y corriente, dicen, ni gana en dólares ni tiene deudas en dólares. No hay razón por la que deba salir afectada por la devaluación.
Otros más considenran que las devaluaciones hacen más competitivas a nuestras exportaciones. La experiencia que hemos tenido tantas veces con las devaluaciones en el pasado, sin embargo, debería ya habernos enseñado una lección. Las devaluaciones provocan inflación y aumentan el costo de la deuda de las empresas. Los economistas inteligentes, de hecho, desde hace mucho han entendido que una devaluación equivale a una reducción en el poder de compra de los salarios de un país. En la medida en que la baja de la tasa de referencia del Banco de México del 17 de enero está alimentando la devaluación, el resultado de la medida se está volviendo contraproducente. Tradicionalmente una baja en las tasas de interés ayuda a expandir el crédito y a generar inversión productiva.
Pero en un momento de incertidumbre como el que estamos viviendo, una baja de medio punto en el tipo de interés no tiene fuerza para promover la inversión productiva y en cambio sí vuelve menos atractiva la divisa en los mercados cambiarios. Han quedado atrás los tiempos en que el vigor de un país podía medirse por la fortaleza de su divisa. El tipo de cambio no debe ser ya fijado artificialmente por las autoridades. De hecho, los tiempos de libre flotación han sido el momento de mayor estabilidad de nuestra moneda en muchas décadas. Pero lo anterior no significa que no haya consecuencias negativas de una devaluación como la que hemos experimentado desde agosto. Esta abrupta caída del peso sólo está sirviendo para empobrecer a nuestro país.
ÍNDICE BIG MAC
Desde hace años el semanario británico The Economist publica el índice Big Mac, un indicador aproximado, con un toque de humor, de la llamada paridad de poder de compra que nos permite comparar el valor relativo de las divisas. Según este índice, el pasado 19 de enero el peso mexicano tenía una subvaluación de 35 por ciento frente al dólar. La adicional caída del peso, por lo tanto, no es producto del valor de la divisa, sino simplemente del miedo y la incertidumbre.
www.sergiosarmiento.com