En el libro de nuestra vida, el Día de la Madre es el más significativo; en la página dedicada a ella dice que una madre encarna los más generosos dotes que Dios puede obsequiar a un ser humano, en ella se sintetizan todas las bondades, se concentran todos los dones: amor, amistad, ternura, indulgencia, tolerancia, paciencia, felicidad, tranquilidad, protección, cariño, entrega, perdón, perseverancia, tenacidad.
Qué tan poderosa será la palabra MAMÁ que es la primera que el rico o el pobre, el sabio o el ignorante, el poderoso o el débil pronuncian en su vida, una madre es la máxima expresión de amor en la naturaleza, ella tiene la sapiencia de la vida y concentra la armonía del universo en su corazón. Cuando la carga de las adversidades te conduce a querer desfallecer, ella siempre tiene tiempo para darle aire a tus alas e impulsarte a volar en libertad.
Amorosamente, desde su lugar, una madre con su sentido de vida cuida -sin invalidar- de sus hijos, el fuerte y el débil, el grande y el pequeño, el triunfador y el derrotado, el casado y el soltero; su abrazo, que siempre será la más amorosa fuente de bienestar, es el regazo más afectivo sobre la Tierra, es un abrazo que da ánimos suficientes para no desfallecer y seguir adelante.
El primer beso que se nos dio en la vida, el de nuestra madre, nos selló para siempre por el camino del amor, con su presencia disipa los más densos nubarrones, la mejor maestra que Dios nos dio para crecer hasta el infinito es nuestra madre, ella, con amoroso empeño, nos enseña con su ejemplo: a vivir el hoy a plenitud, a dejar atrás los resentimientos y los miedos para crecer y encontrarnos con nosotros mismos; a soñar con un mundo mejor y trabajar para construirlo; a "no dormir para descansar... sino dormir para soñar"; que mientras nuestros miedos y angustias debilitan nuestra potencialidad de vida, nuestro amor, humor y esperanza potencializan nuestros dones, llevándonos a ser felices y triunfar.
Una madre enseña a cantarle al amor y a la vida, a regocijarnos en nuestras virtudes, a reconocer nuestros dones, sabiendo que no estamos aquí por casualidad, sino porque formamos parte del milagro de la vida en la que seremos tan viejos como el tedio y el fastidio, tan jóvenes como nuestro amor y nuestro humor. Una madre, con su magia de vida, nos enseña a gozar la vida a plenitud, a dejar de lado los agravios, a sentirnos menos solos en nuestra soledad y más felices en nuestra felicidad, a disfrutar los éxitos tanto como el esfuerzo para llegar a ellos.
Una madre es la máxima expresión de amor en el universo, es amor que se da a plenitud; a todas las madres, las presentes y las ausentes, les deseo Feliz Día de la Madre, concluyo mi comentario con unas palabras de mi maestro y amigo, Armando Fuentes Aguirre "Catón":
--¿A cuál de tus hijos quieres más? --preguntó Dios a una madre.
--Señor -respondió ella-:
Al ausente hasta que vuelva.
Al enfermo hasta que sane.
Al preso, hasta que recobre su libertad.
Al que sufre, hasta que se sienta consolado.
Al malo, hasta que otra vez sea bueno.
Al que le falta todo, hasta que no le falte nada ya.
Al descarriado, hasta que retome el buen camino.
Al que está solo, hasta que no padezca ya su soledad.
Al triste, hasta que goce del buen sentido del humor.
Conmovido, dijo entonces Dios:
--No sé por qué dudan algunos que hay un Dios en el cielo, si hay tantas madres como tú en la Tierra.