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Día histórico

EL COMENTARIO DE HOY

Francisco Amparán

Digamos lo obvio: éste es no sólo un día histórico; sino que, para los de mi generación y anteriores (los que tenemos cincuenta años o más), es un día que no pensamos que llegaríamos a ver. Éramos niños pequeños cuando Martin Luther King realizaba las marchas en Selma y Birmingham, cuando se firmó en 1964 la Carta de Derechos Civiles que le daba la plena igualdad a los negros, cuando el mismo King cayó abatido por las balas de un asesino en 1968, lo que hizo arder a docenas de ciudades norteamericanas. Siendo jóvenes atestiguamos cómo la minoría negra se iba colando a posiciones cada vez más importantes en la vida pública de Estados Unidos, desde deportistas y cantantes líderes en sus respectivos campos, hasta las senadurías federales y los palacios de Gobierno incluso de estados del Profundo Sur.

Pero pese a todo ello, sabíamos que el racismo continuaba latente en la conciencia colectiva norteamericana. Que muchos blancos no eran capaces de reconocer en público lo que pensaban en privado; y que muchos negros se seguían sintiendo igual de despreciados y sujetos a la discriminación que durante las épocas previas. Sólo que, ahora, el desprecio y la discriminación venían envueltos con una sonrisa.

Hollywood y las pantallas de televisión eran los únicos ámbitos en que se permitía juguetear con la idea de un presidente de color. Cuando Jesse Jackson lanzó su candidatura a la presidencia en las primarias del Partido Demócrata, hace un par de décadas, ni los de su raza lo tomaron en serio. Por eso ha de haber llorado tanto durante el discurso de la victoria de Obama en Chicago: lo que él creyó que siempre sería un sueño, se había hecho realidad.

Pero de pronto, de la nada, surgió un mulato joven, con gran carisma, que le sabe hablar a la gente de manera directa y esperanzadora y que no le hace el juego a los viejos estereotipos: ni anda citando a la Biblia, ni habla como gánster rapero, ni vive de las viejas glorias de haber estado en Washington cuando King dijo que tenía un sueño. Y una población norteamericana harta de la hipocresía de los políticos de siempre, hastiada de ver año tras año a los mismos cartuchos quemados y los mismos apellidos (Bush, Clinton), enojada ante la incapacidad de Bush II y los conservadores, y ansiosa de un liderazgo efectivo, lo abrazó, lo hizo suyo, y lo llevó en la cuesta de la ola hasta la Casa Blanca.

Recuerden que hace dos años muy poca gente (en Estados Unidos, ya no digamos en el mundo) había oído hablar de Barack Obama. Hoy será juramentado como el cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos. Esta historia demuestra que, pese a todos sus defectos, todas sus carencias, la democracia sigue siendo la vía más legítima y noble para satisfacer los anhelos de pueblos e individuos. A veces se tarda… pero a las pruebas me remito.

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