No sé cuántos votos le redituó, pero no han de haber sido pocos. El hecho es que Calderón, durante su campaña, prometió que iba a revocar ese absurdo impuesto que llamamos “la tenencia”. Ello de inmediato le proporcionó el apoyo de miles de mexicanos que estamos hartos de esa expoliación anual, que no tiene paralelo ni referente alguno en el mundo. Pero como ha ocurrido con tantas otras cosas, Calderón no cumplió esa promesa.
Según conseja pública, “la tenencia” nació en 1968 para darle una ayudadita al Gobierno de Díaz Ordaz para pagar los gastos en que el país iba a incurrir por andar de presumidos hospedando las primeras Olimpiadas realizadas en el Tercer Mundo. Así pues, supongo que entonces los automovilistas causantes tomaron el asunto como deber patriótico. Además, creyeron que pasado el jolgorio olímpico, ese mentado impuesto iba a desaparecer. Iluuuuuusos.
La cosa es que “la tenencia” sigue aquí, pese a ser inconstitucional (se grava algo por lo que ya se ha pagado un impuesto previo) y a su manifiesta singularidad: es el único impuesto en el mundo que se paga no por comprar, vender, fabricar o consumir algo, sino por “tenerlo”. O sea que yo puedo adquirir un vehículo automotriz, dejarlo estacionado en mi cochera sin moverlo ni utilizarlo, usándolo como jardinera si me da la gana, y de cualquier modo tengo que pagar un impuesto. ¿Por qué? ¡Porque lo tengo! Si no nos sacara canas verdes cada año, sería de risa loca. De hecho, cuando contaba de qué iba el asunto, en Canadá creían que se trataba de una broma siniestra, típica del humor de pueblos tropicales, bullangueros y jacarandosos e irresponsables.
Hasta eso: el Gobierno de la Gente se esmera para que los pobres causantes no sufran molestias al pagar ese atraco, y envía la documentación respectiva por correo… no como en Durango, donde ese mismo pago es un auténtico Calvario. No, en Coahuila la tenemos cachetona: “la tenencia” se puede pagar en numerosos supermercados y mal llamadas “tiendas de conveniencia”.
El problema es que, cuando acudí a uno de esos establecimientos que tiene un par de equis en el nombre, al pasar el código de barras, en pantalla apareció el pago de otro servicio (de una compañía telefónica, creo) y una cantidad 250% más alta que la ya de por sí exorbitante que me tocaba. Le hice cuernos a la máquina y llamé al gerente. Éste me explicó que “el sistema todavía no estaba montado”. Así pues, fui a otra tienda de esa cadena. Ahí, muy decente, el encargado me dijo que mejor fuera a un supermercadote, porque en su establecimiento no daban ni engomado ni nada, y no fuera a ser el demonio.
Entonces fui al supermercadote más cercano a mi domicilio, y me dijeron que en ESE no había módulo de Recaudación. Así que había que ir a otro, a unos tres kilómetros de ahí. Qué tanto es tantito.
Así pues, se agradece al Gobierno de la Gente el que hagan tantos esfuerzos por ahorrarnos problemas a los contribuyentes. Pero ¿no sería mucho pedir que se pongan de acuerdo con los que ayudan? Digo, si van a hacer el favor...