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Digno adiós a la Casa del Dolor Ajeno

Digno adiós a la Casa del Dolor Ajeno

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MIGUEL ÁNGEL RUELAS

De pie, agitando pañuelos blancos y cantando el Cielito Lindo, 20 mil aficionados despidieron a su querido estadio Corona, La Casa del Dolor Ajeno, y hogar que fue de los Guerreros del Santos Laguna desde su aparición en estas tierras en al año de 1983, cuando militaba en la Segunda División B.

Desde las primeras horas de la tarde, el viejo coloso de la Colonia Las Carolinas empezó a recibir simpatizantes, los que organizaron tablas gimnásticas, cantaron y lanzaron porras para el estadio, ya condenado a su demolición. En el medio tiempo, jugadores que fueron del Laguna, del Torreón y del Santos en sus inicios, estuvieron en la cancha, pateando hacia las tribunas balones que regalaba una de las firmas patrocinadoras de Santos. Ellos fueron muy ovacionados pues brotaron los recuerdos.

Y la parte emotiva empezó poco después de terminado el intenso partido entre Guerreros y Pumas, que con final dramático había terminado con cartones empatados a un gol, correspondiéndole el honor de cerrar el telón, anotando el último gol en este escenario a Vicente Matías Vuoso, tal y como lo anhelaban miles de seguidores del equipo de la Comarca pues nadie mejor que "El Toro" para dar una demostración más de lo que es tener cariño por una camiseta que siempre ha defendido con gallardía.

Faltaba poco para las siete de la tarde, cuando Gustavo de Villa Vázquez, acompañado de Carlos Fernández, Alejandro Irarragori y Alberto Canedo accionó el gigantesco switch que semejando los que tenemos en casa había sido llevado hasta el centro de la cancha. El lugar quedó casi a oscuras, y sólo destacaban letreros luminosos que hablaban de la nueva casa de los Guerreros. Grupos de mariachis, distribuidos en las cuatro esquinas empezaron a entonar el Corrido a Torreón, pero no tuvieron respaldo del público que mostró su desconocimiento por la letra.

Y en el cielo, arriba de donde Daniel Ludueña acostumbra cobrar los tiros de esquina, la gigantesca Luna parecía divertida. "Está feliz, riéndose" nos dijo alegre nuestro nieto Luis Mario. Y luego, en la otra esquina aparecieron los fuegos artificiales mientras papeles de colores verde y blanco parecían bajar del cielo hacia las tribunas. Así, el estadio Corona quedará sólo en el recuerdo de su gran afición.

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