NUEVA YORK.- Está de moda hablar mal de México en todos lados y de todos los frentes. Que la inseguridad va al alza, que las proyecciones de crecimiento económico para 2010 son mediocres, que Brasil ya nos rebasó, que la guerra contra el narcotráfico no funciona, que la gente cree que la corrupción ha avanzado, que los empresarios están molestos con el Gobierno, etc. No hay tregua. Sin embargo, dentro de todo lo que está mal hay algo que está muy bien y que merece ser celebrado.
La Secretaría de Relaciones Exteriores de México (SRE) es la primera dependencia federal que destaca sus canales de apertura a la ciudadanía y que empieza a probar una nueva estrategia de comunicación social. La página Web de la SRE ahora ofrece siete minisitios especiales para que los ciudadanos se informen sobre los temas que impulsa la diplomacia mexicana y ofrece un portal especial en el que invita a la participación ciudadana y a un diálogo con las organizaciones de la sociedad civil.
De igual forma, el embajador de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhán, se convirtió recientemente en el primer diplomático acreditado en Washington DC en abrir una cuenta oficial en la red social Twitter (@Arturo_Sarukhan) por medio de la cual informa a los estadounidenses (en inglés) sobre sus actividades diarias y da información positiva sobre México que se genera en EU, como la reciente apertura de una librería del Fondo de Cultura en la capital estadounidense.
Hacer que la gente se interese por el trabajo diplomático es siempre una tarea complicada por varias razones, pero principalmente por los dilemas que enfrentan sus mensajeros.
De todos los funcionarios públicos, quienes se preocupan más por las formas son los que trabajan en la Cancillería. El lenguaje diplomático es por definición carente de ruido. No levanta olas y por ende no busca llamar la atención. Por ello, dirían algunos, es preferible tener a Patricia Espinosa que a Jorge Castañeda como canciller.
De igual forma, muchos de los diplomáticos mexicanos que llevan mucho tiempo fuera de México pierden el pulso de lo que sucede en México y se pierden en la traducción, al no encontrar cómo comunicar bien su labor, por buena o mala que ésa sea.
Si a ello se le suma que por lo general el ciudadano promedio en México, como el ciudadano promedio de otros países, tiene poco interés por lo que sucede en el mundo, el resultado es que la política exterior de México, como la de muchos países, navega prácticamente por la vía de las élites, evaluada por el Poder Legislativo, pero sin mayores anclas ciudadanas y, por ello, sin rendición de cuentas.
La apertura que hoy hace la SRE a la información es la tendencia mundial. Así empezó el Gobierno de Barack Obama con el Departamento de Estado estadounidense, utilizando todos los recursos disponibles de comunicación para mejorar la imagen internacional de EU, pero también como una estrategia para avanzar lo que el internacionalista Joseph Nye llamara como "el poder suave"-los valores, la cultura, la vitalidad de la sociedad estadounidense, entre otros- utilizado para promover el interés nacional estadounidense en el mundo - o como propaganda, si se quiere.
Matt Lauer, un experto en comunicación y en relaciones públicas de la agencia Qorvis, afirma "no hay que querer el mundo, hay que desear influir en él" y esto es lo que la diplomacia mexicana está haciendo al abrir estos canales de comunicación no tradicionales. El embajador Sarukhán desde su cuenta en Twitter está precisamente tratando de influir al crear un muro contra el sensacionalismo que prevalece en los medios estadounidenses sobre lo que sucede en México.
La página de participación social de la SRE, la cuenta de Twitter de Sarukhán son sólo un inicio. Lo más importante es que el canal ya se abrió. Ahora toca que las embajadas de México que están en todo el mundo, así como los consulados, repliquen la iniciativa para que Sarukhán no "twittee" solo.
Hay más de 20 millones de mexicanos esparcidos por todo el mundo y aunque la cuenta de Sarukhán apenas tiene 624 "seguidores", por lo que muchos podrían criticar el impacto de tales iniciativas, lo cierto es que informar a la ciudadanía e integrar la participación ciudadana es más que una inversión democrática, es una obligación para los funcionarios y un pretexto para hablar bien de México.
Politólogo e Internacionalista
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