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Diputados que se van

Plaza pública

MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA

Hoy concluye el último periodo de sesiones ordinarias de la LX Legislatura de la Cámara de Diputados. Será la de esta fecha una sesión protocolaria, para elegir la Comisión Permanente, y clausurar el periodo. Aunque se esbozó ya la posibilidad de citar a un periodo de sesiones extraordinarias para dotar a la Secretaría de Salud de instrumentos y recursos que le faltaran frente a la crisis sanitaria generada por la influenza porcina, lo más probable es que por tratarse de un año electoral hoy se reúnan por última vez los diputados elegidos el dos de julio de 2006 y a quienes reemplazarán los que resulten de la jornada del cinco de julio próximo.

La sesión del martes, efectuada ciertamente en circunstancias peculiares, sintetizó algunos de los rasgos de la legislatura que se va, que a su vez no son muy diferentes de las que la han precedido. El quórum se formó con sólo 350 de los 500 integrantes de la Cámara. Es probable que la epidemia que nos atosiga reclame la presencia de muchos legisladores en sus lugares de origen, o que el temor al contagio hizo a otros ausentarse, o que algunos más estén fuera de la ciudad en misiones oficiales. Pero que ciento cincuenta diputados falten a la sesión postrera de su Cámara, a la que la mayoría de sus integrantes no volverá jamás, es un acto de irresponsabilidad y dejadez que muestra que los legisladores no cobraron jamás conciencia de la importancia de su cargo y que por eso la opinión general no le es favorable.

Escudados tras la coartada de la crisis sanitaria, que llevó hasta a pensar en cancelar las sesiones finales, los diputados practicaron el modo legislativo que hizo famosas a las más grises legislaturas del priismo autoritario: sin discusión, en menos de tres horas aprobaron once dictámenes, algunos de ellos referidos a reformas constitucionales y aun se dieron tiempo para emitir otras piezas parlamentarias: diez puntos de acuerdo, que suelen ser expresión de buenos deseos carentes de eficacia. Para obrar de esa guisa, los diputados entraban al salón de plenos sólo a votar (oprimiendo el botón del pupitre que completa su curul) y se retiraban de inmediato.

Presintiendo que habría laxitud en esa jornada postrera, el diputado panista Ricardo Franco Cázares de plano decidió hacer turismo. Le importó poco que se hubieran anunciado estrictas medidas de control sanitario, que no se cumplieron e incluían la restricción de visitantes. Invitó a su señora esposa y a sus hijas a conocer el espacio en que ha trabajado (con no excesiva asiduidad, según los registros) durante más de treinta y un meses. No pudo hacerlas entrar en el salón de plenos, pero recorrió el resto de las instalaciones. Es el diputado promedio, con escasa participación en la tribuna; más gestor que legislador, fue apenas miembro de tres comisiones. Contador público, se afilió al PAN en Tijuana (donde nació el 16 de noviembre de 1970) a los 27 años de edad, y ha tenido cargos en los gobiernos municipal y estatal de su partido. Parece que no percibió la impertinencia de su visita familiar.

La legislatura que se va fue elegida dentro de un proceso polémico, cuya calificación presidencial no fue aceptada por el principal candidato opositor. La integración del pleno fue singularísima: el PRI, que contó con mayorías, en ocasiones abrumadoras, hasta 1997 y luego se mantuvo como el grupo parlamentario mayor, cayó hasta el tercer lugar. Su importancia no correspondió a su número, sino a su flexibilidad ante la fracción panista y a que trabajó en consonancia con el grupo del PRI en el Senado, donde actúa como si fuera la primera fuerza y no la segunda.

Las fracciones principales fueron dirigidas todo el tiempo por la misma persona: Héctor Larios, la del PAN; Javier González Garza la del PRD (que al constituirse el Frente Amplio Progresista coordinó sus acciones con Alejandro Chanona de Convergencia y Ricardo Cantú, del PT), y Emilio Gamboa Patrón la del PRI. Desde la apertura de sus sesiones, el primero de septiembre de 2006, la tensión fue el signo de la legislatura: el presidente Vicente Fox no leyó en la tribuna su último informe, y se le recibió en el vestíbulo del recinto parlamentario. La temperatura política de esa fecha fue casi deliciosa, sin embargo, comparada con la que prevaleció tres meses después, el primero de diciembre y en los días inmediatamente anteriores. La tribuna fue tomada por panistas y frentistas, que no salieron del salón de asambleas con motivo de la decisión del lopezobradorismo de no consentir la asunción del mando presidencial por Felipe Calderón, quien apareció fugaz y sorpresivamente en la tribuna y cumplió el rito constitucional.

Jorge Zermeño ganó la Embajada en España con su desempeño en esa hora crucial, como presidente de la Mesa Directiva. Cuando viajó a Madrid lo reemplazó doña María Elena Álvarez, En el segundo año la Presidencia de la Mesa recayó en Ruth Zavaleta, que consiguió simpatías fuera de su grupo parlamentario y fue una y otra vez objetada por sus compañeros perredistas. El chihuahuense César Horacio Duarte seguirá siendo presidente, en cuyo carácter clausurará hoy las sesiones ordinarias, hasta que en agosto la nueva legislatura se apreste a entrar en funciones.

Casi siempre a la zaga del Senado, la Cámara lo estuvo notoriamente al discutirse la reforma petrolera, el producto legislativo principal de este trienio. Con ese motivo, su tribuna fue tomada por varias semanas hace un año, y sin embargo, no cesaron sus funciones.

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