Una vez más, los mexicanos estamos sometidos a una prueba difícil, ahora por la influenza y la contingencia generada, detectada primero en nuestro país y luego en otras naciones. Confirmamos que los humanos nos manifestamos en situaciones extremas, emergiendo nuestra más compleja personalidad.
¿Recuerda la solidaridad que vivimos en el último gran temblor? Ahora, actuamos de nuevo: decididos, cooperadores, unidos y acatando las reglas de contingencia; eso nos muestra como lo que somos: seres humanos capaces de enfrentar retos y crisis con valentía y, ante todo, ecuanimidad, estado de ánimo que se perdió en otros países.
El primer aprendizaje fue confirmar quiénes somos y nuestras capacidades sociales e individuales; comprobar que sí podemos organizarnos atendiendo indicaciones ordenadamente; reaccionar adecuadamente en situaciones de crisis superando temores, aun con la falta de recursos materiales. Habrá que abonar al Gobierno Federal y a los estatales su capacidad de organización con pronta respuesta: identificaron el problema atacándolo en forma coordinada, por encima de intereses particulares y económicos, aunque existan casos de excepción. Ese es otro punto a favor, reconocido por la Organización Mundial de la Salud y prensa extranjera.
Afrontamos la discriminación de algunos países: China, literalmente apresó a turistas nacionales en un hotel, confirmando sus políticas agresivas que rebasan los derechos humanos; Argentina, canceló vuelos a México, aún cuando recibieran la recomendación de la OMS, que definía la medida como innecesaria; Chile, con evidente falta de criterio en salud pública, aplicó medidas extremas en aeropuertos, desinformando al pueblo, favoreciendo la agresión a futbolistas mexicanos. En El Salvador ya inician la ofensa sobreponiendo futbol a humanismo.
Otras naciones radicalizaron su postura, mostrando temor por encima de conocimiento: Egipto, ordenó el sacrificio de todo ganado porcino; otros, sintiendo desconfianza por esa carne, dejaron de comerla y les ratificaron que el contagio de la influenza no era a través de su consumo, pero el gasto ya estaba hecho. Francia propuso a la Unión Europea que cancelaran los vuelos a México, idea rechazada en pleno por irracional. De todas estas reacciones, mal reflexionadas, también debemos aprender.
Algunos grupos minoritarios, como los antimexicanos de la frontera norte, reactivaron sus propósitos discriminatorios, pidiendo: "aléjense de los mexicanos", confirmando con ello su marcada xenofobia.
Debemos asimilar que esos seres humanos, de espíritu pobre, siempre estarán ahí y habremos de tolerarlos y aprenderles qué NO hacer nosotros.
Aparecieron los "conocedores", desinformando y compartiendo su ignorancia, lanzando hipótesis descabelladas: por la Internet, pronto empezaron a circular correos: "es un complot orquestado por Calderón y Obama para reactivar la industria farmacéutica"; "una mentira creada para distraernos de otras decisiones importantes, como la despenalización del consumo de marihuana"; y otra particularmente paranoide: "un plan para dar un golpe de Estado en México". También esas personas siempre estarán con nosotros y deberemos identificarlas.
Con la aparición de la influenza en México -los italianos del Medioevo la bautizaron así, pensando que era causada por la influencia de los planetas sobre la Tierra- tenemos la oportunidad de redescubrirnos y redefinirnos. Sin duda somos capaces de reaccionar y organizarnos como nación; confirmar que nuestras autoridades sanitarias cuentan con capacidades científicas y tecnológicas suficientes, mostradas en esta ocasión, actuando con mayor eficiencia que otras "tibias", del llamado "primer mundo".
Que el miedo no puede radicalizarnos: pocos con serenidad y análisis para la acción; la mayoría con temor desmesurado, dejándose llevar por rumores y comentarios infundados. Ratificamos que los gobiernos están dirigidos por personas y por mucho que traten de evitarlo, reaccionan influenciados por sus "propios demonios".
Confirmamos que sí podemos, aunque nuestras debilidades como mexicanos nos hacen ineficientes, poco productivos y malos cooperadores durante la vida cotidiana, en situaciones "normales". Aquí está, quizá, una muy buena oportunidad de análisis para rectificar nuestra actitud y compromiso social solidario.
Poco a poco nos iremos recuperando, tanto en la salud pública como del daño producido a nuestra de por sí deteriorada economía; y saldremos adelante, como en otras ocasiones lo hemos hecho con menores capacidades de atención médico-epidemiológica, como aquella influenza, entonces llamada Española, que en 1918, atacara al mundo cobrando millones de vidas.
La Laguna no fue excepción y sufrió numerosas pérdidas humanas, particularmente en San Pedro de las Colonias, donde la población quedó seriamente diezmada.
También reapareció nuestro humor festivo, a veces "negro", que ante la adversidad busca la comicidad para describir los eventos y hacerlos más digeribles: diseños de cubrebocas caseros, elaborados con prendas íntimas; fotografías de "culpables" de la epidemia: la imagen de un niño besando al cerdo, que circuló ampliamente, haciéndonos sonreír en medio de la ocupación de cuidarnos y atender a nuestros seres queridos.
Sin duda que somos diferentes; ni más, ni menos, sólo mexicanos. Lo invito a que reflexionemos con la experiencia y tomemos lo mejor de ella para aprender. ¿Acepta?