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Divino tesoro

JAVIER FUENTES DE LA PEÑA

"Juventud, divino tesoro". Frase muy conocida es ésta, y sin embargo, hasta hace poco no significaba gran cosa para mí. Muchos me decían que la juventud es la etapa más bonita de la vida y que por lo tanto, tenía que disfrutarla al máximo. Para ser sincero, no ponía la más mínima atención a sus palabras. Los tiempos de mi infancia fueron muy felices y sólo veía en la juventud a un periodo más de la vida, pero todo cambió cuando en ella descubrí a uno de los sentimientos más bellos: el amor por una mujer.

Durante mi infancia yo veía en las niñas a mis peores rivales. Divertido era estirarles el cabello y correrlas de nuestras inofensivas pandillas. Lo peor que podía sucederle a cualquier niño era que una "vieja" le ganara en algo y hacía todo para impedirlo.

Cuando entré a la secundara mi percepción hacia la mujer comenzó a ser diferente. Las mismas niñas con las que antes había sido grosero empezaron a llamarme la atención. Fue entonces cuando entré a la edad de la "telefonitis". Recuerdo los regaños de mis padres por usar tanto el teléfono, especialmente en una ocasión en que estaba hablando con unas tijeras en la mano y sin querer, corté el cordón del aparato. No me explico cómo podía durar más de una hora pegado a una bocina sin que me importara que mi oreja quedara totalmente aplastada y mi cachete bañado en sudor.

Después entré a la etapa de los noviazgos fugaces. Ahora me río al recordar mis amoríos de una semana, en los que muy apenas podía aprenderme el nombre de aquellas novias pasajeras. No sé si en el libro de Guiness exista un récord parecido, pero tuve un noviazgo que duró solamente 48 horas. La brevedad de aquella relación se debió a un factor externo, pues la mejor amiga de mi ex-novia acababa de terminar con su galán y como era muy solidaria, decidió hacer lo mismo para acompañarla en su dolor.

Al terminar cada noviazgo recuerdo que mi papá me decía: "No te preocupes. Un día, sin que te des cuenta, va a llegar una mujer a la que vas a querer mucho y que también te querrá a ti. A todos nos pasa lo mismo, sólo hay que ser pacientes y no precipitarse".

Pasó el tiempo y el destino me dio la oportunidad de conocer a una mujer muy distinta a las que antes había conocido. Inmediatamente supe que era diferente. Ella no sólo es bonita físicamente sino también lo es en el alma. Su manera de hablar, su sinceridad y su sencillez, pronto robaron mi atención. Nunca creí que alguien fuera capaz de despertar en mí tan profundos sentimientos. Quizá suene un poco cursi, pero gracias a ella comencé a ver las cosas de otra manera. Aprendí que todo puede salir mejor si ponemos de por medio a nuestro corazón, descubrí que la mujer es lo más importante en nuestras vidas, pero sobre todo, me convencí de la grandeza de Dios al darnos la capacidad de amar y la oportunidad de ser amados. No entiendo cómo puede existir discriminación hacia las mujeres, pues estoy convencido de que gracias a ellas conocemos lo que es el amor. Al llegar al mundo, inmediatamente me recibieron unos brazos llenos de ternura, y no me refiero a los del doctor, sino a los de mi mamá. ¿Puede existir un mejor ejemplo de amor y entrega que el de nuestras madres?

Doy gracias a Dios por la mujer, y sobre todo, por no haber puesto al Paraíso en Monterrey, pues de lo contrario, a Adán le hubiera dolido el codo dar una de sus costillas para que naciera Eva.

Ahora sé por qué dicen que la juventud es una de las etapas más bonitas de la vida. Espero que el amor que ahora siento nunca desaparezca y crezca día con día, pues gracias a él he podido convencerme de que la juventud es un divino tesoro.

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