Dolor, piedra angular del crecimiento vital

DEDICACIÓN | Detrás de la apariencia de una mujer dura, rígida y estricta se esconden su cansancio, su preocupación y el dolor de haber sido abandonada por su madre a los nueve años.

Cuencamé, Dgo.- Una mujer fuerte, independiente, tenaz y trabajadora son los calificativos que describen a Guadalupe Contreras Estrada, de 44 años de edad, esposa de un campesino y madre de cinco hijos.

Doña Lupe -como es conocida por los habitantes de Cuencamé- se dedica al comercio desde hace 25 años; inicia sus labores poco antes de las 6:00 de la mañana, barre la calle, hace el trabajo del hogar, vende quesos, empanadas, leche bronca y comida por pedidos. Todo esto lo realiza durante largas jornadas de trabajo con la finalidad de contribuir a la economía del hogar.

Abandono. Detrás de la apariencia de una mujer dura, rígida y estricta se esconden su cansancio, su preocupación y el dolor de haber sido abandonada por su madre a los nueve años. “Cuando mi padre vivía cada vez que podía nos llevaba tripitas y bofes que le regalaban en el mercado para que comiéramos; yo era la mayor de los hermanos, por lo que la responsabilidad de atenderlos cayó sobre mí a pesar de ser muy pequeña”, platica doña Lupe.

“Mi padre era alcohólico y su enfermedad lo llevó a la muerte, mientras que para mi madre sólo fuimos una carga, por eso nos abandonó cuando éramos chicos”, dice doña Lupe con lágrimas y un nudo en la garganta. “Siempre tenía noticias de mi madre por terceras personas; ella aún vive pero no tenemos comunicación. En lo que respecta a mis hermanos, sólo tengo relación con uno de ellos; entre los demás hay mucho distanciamiento”, conversa.

Economía. Ser madre es una responsabilidad muy fuerte; actualmente tengo 23 años de casada y mi marido me ha apoyado en todo y le agradezco que siempre me haya dejado trabajar. Además, desde hace unos años es muy necesario que tanto el hombre como la mujer trabajen, ya que la crisis económica está muy fuerte y para poder comer ambos debemos trabajar, añade.

La formación que les he dado a mis hijos fue difícil para mí, porque no tuve una familia con bases sólidas, ni padre, ni una madre que me enseñaran lo bueno y lo malo de la vida; a escasa edad tuve que asumir la responsabilidad de hacerme cargo de mis hermanos, sólo Dios sabe cómo lo hice, y le agradezco infinitamente las fuerzas que me dio para salir adelante, narra.

Situación. La mayor satisfacción que me ha dado la vida son mis hijos, poderlos educar y disfrutar cada momento en cada una de sus diferentes etapas; me seguiré esforzando hasta el último día de mi vida y los apoyaré en todo lo que necesiten, manifiesta con voz firme.

La situación económica actual es muy difícil, debemos luchar y partirnos el lomo diariamente para poder comer. En el municipio no hay oportunidades para las mujeres; además de que no estamos estudiadas, no hay empleos para nosotras, únicamente el comercio, las gorditas, los quesos, además de planchar y lavar ajeno. Les digo a las mujeres que están solas que no se lancen al trabajo fácil; deben sacar adelante a sus hijos a las buenas, lavando, planchando, vendiendo de casa en casa, que no les dé pena, es un trabajo digno para cualquiera. A mis hijos los amo y voy a seguir luchando hasta que Dios me dé fuerzas, hasta el último día de mi vida, advierte.

Si éste fuera el último día de su vida, ¿qué le gustaría hacer?

Con interminables lágrimas y voz quebrada, dice en voz baja y pausada: “yo creo que tener una plática con mi madre; le diría que le agradezco por darme la vida y que no le reprocho su abandono. Sólo ella sabe por qué hizo las cosas; en este mundo, Dios es el que debe perdonar, nosotros no”, concluye la conversación.

Hilda Castro Bojórquez

El Siglo de Durango