Cuando se menciona el nombre de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) lo primero que se viene a la mente son las palabras: prodigio, genio o milagro musical. Su talento fue tan grande que muy pocos se saben hoy en día-con excepción del de Haydn- los apellidos de los compositores que le fueron contemporáneos y de los cuales muchos fueron en su época más populares y exitosos que él bajo un punto de vista económico.
Los estudiosos han derramado mucha tinta tratando de explicar cómo fue posible que en un lapso de vida tan corto haya podido componer tantas obras que asombran por su perfección y aunque muchas teorías se han formulado la totalidad de ellas coinciden en señalar que uno de los principales factores para que Mozart desarrollase plenamente su genio fue su padre Leopold, quien fue un excelente violinista, organista y afamado maestro de violín que escribió el tratado sobre dicho instrumento más famoso de su época.
Con gran alegría asistimos al segundo concierto de la temporada de la Camerata de Coahuila del pasado viernes 28 de agosto, pues pocas veces se tiene la oportunidad de escuchar en una misma velada obras de Wolfgang Amadeus Mozart y de su padre Leopold.
El concierto inició con la Sinfonía No. 25 en sol menor K. 183 (173dB) de Wolfgang Amadeus Mozart la cual fue terminada de componer el 5 de octubre de 1773. Se trata de una obra que posee un gran dramatismo y que tiene algunas similitudes con la Sinfonía No. 44 "Fúnebre" de Joseph Haydn.
Entre las obras que se conocen de Leopold Mozart (1719-1787), las más famosas son la Sinfonía de los Juguetes, la Sinfonia da Caccia, el Paseo en Trineo y el Concierto para Trompeta en Re Mayor que compuso en 1762. Esta última es tal vez una de sus obras más logradas, en la cual explota ampliamente las posibilidades de la trompeta. En el concierto del pasado viernes Francisco Cedillo abandonó su atril de trompetista de la orquesta para asumir con gran brío y habilidad el papel solista.
Después del intermedio la Camerata de Coahuila interpretó la famosa Sinfonía No. 40 en sol menor K. 550 de Wolfgang Amadeus Mozart, la cual fue compuesta durante el verano de 1788, el cual fue extraordinariamente productivo dentro de la producción mozartiana pues entre junio y agosto de ese año escribió sus tres últimas sinfonías. La Sinfonía No. 40 es una obra emocionalmente cargada que probablemente respondió al hecho de que unos días antes de que empezase a trabajar en ella, Teresa, la hija menor de Mozart, falleció a la edad de seis meses. Tal vez ésta es una de las razones por las que su autor escogió la clave de Sol menor que normalmente se asocia a las emociones trágicas y que en sus partituras habitualmente expresa desesperación (tal y como habría de suceder más adelante en el aria de Pamina de su ópera La flauta Mágica). Esta sinfonía ha sido explicada por algunos como una dolorosa despedida, otros, como el musicólogo y director austriaco Bernhard Paumgartner (1887-1971) ven en ella un pesimismo trágico, mientras que Richard Wagner (1813-1883) señala que posee una "belleza indestructible".
La Camerata de Coahuila bajo la excelente dirección de Tatul Yeghiazarian interpretó de manera espléndida estas tres obras de los Mozart, por lo que el público aplaudió entusiastamente a los músicos quienes tocaron como encore la Danza Armenia de Ruben Altunyan.
Glosario:
K.: Abreviatura de Koechel, al que le sigue un número del catálogo que Ludwig von Köechel (1800-1877) compiló de las obras de Mozart, el cual las ordena en forma cronológica.