En días pasados se dieron a conocer los resultados del Estudio Internacional sobre Enseñanza y Aprendizaje (Talis, por sus siglas en inglés) realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. En él se encuestaron a directores de secundarias, públicas y privadas, de 23 países tanto de la OCDE como de fuera de ese club.
Los resultados de México son sencillamente desoladores. Para variar y no perder la costumbre, quedamos a la zaga de todas las demás naciones estudiadas. Pero no sólo eso: nuestras escuelas son las que tienen un mayor nivel de violencia, ausentismo de profesores y pérdida de tiempo de estudio.
La encuesta fue realizada de manera aleatoria a 192 directores de secundaria de todo el país. Sus respuestas resultan deprimentes: en las escuelas en que, en teoría, se formarán las futuras generaciones de mexicanos, se presentan las siguientes lacras: intimidación verbal o abuso entre estudiantes, 61.2 por ciento; agresión física, 57.1; robo, 56 por ciento; uso o posesión de drogas y alcohol, 51 por ciento; intimidación verbal o abuso a los maestros y al personal, 47.2. Ojo con esta última estadística: casi en la mitad de los casos los alumnos no se dignan respetar a sus guías. En algunos casos, incluso los agreden físicamente.
La verdad, ¿cómo quieren que un adolescente respete a la autoridad, si por doquier ve, lee, conoce la corrupción y la impunidad que trasmina de un lado a otro a nuestra sociedad? ¿Cómo se le puede pedir a un joven sin perspectivas ni esperanzas que haga lo que se le pide, si en este país nadie respeta las leyes, y sólo se simula que éstas tienen vigencia? ¿Cómo hacerle consciente y responsable de sus actos, si en México nadie tiene la culpa de nada, nadie asume su responsabilidad, todo lo que ocurre queda impune?
Nuestros jóvenes están viviendo en un ambiente emponzoñado, cada vez más nefasto. No tardaremos en sufrir las consecuencias de tanta negligencia, tanto aventarse la bolita.
Con otra: el informe dice que cerca de 80 por ciento de los directores respondió que la falta de preparación pedagógica, los retardos y ausentismo de los maestros "entorpecen la calidad de la educación".
O sea que los parásitos de Elba Esther ni están preparados, ni ponen el ejemplo a sus pupilos de lo que debe ser la puntualidad y el cumplimiento de aquello por lo que se les paga. Los profesores son los que "entorpecen la calidad de la educación".
La pregunta es: ¿por qué tantas caravanas a un sindicato que ha fallado, una y otra vez, y con consecuencias funestas, en su labor de educar convenientemente a la juventud mexicana? ¿Por qué seguimos tolerando los ciudadanos que nuestros niños estén en manos de ignorantes, grillos, haraganes, cuya principal preocupación es mantener las canonjías procuradas por una alimaña que ni siquiera sabe leer correctamente en castellano?
Si no contestamos esas preguntas, México no tiene salida.
