Aunque en el ámbito nacional y regional son muchos los esfuerzos que se hacen para lograr una mayor equidad entre hombres y mujeres, la realidad indica que aún son insuficientes.
No obstante los avances alcanzados en este aspecto, todavía un amplio porcentaje de la población femenina de nuestro país y de nuestra comarca tiene que enfrentarse diariamente a la discriminación en hogares, centros laborales y educativos e, incluso, instituciones públicas, en donde muchas mujeres, por el simple hecho de serlo, son relegadas y humilladas.
Hoy en día no son pocos los hombres que continúan creyendo que las mujeres deben jugar un rol pasivo en la sociedad y que su finalidad es satisfacer las necesidades del género masculino.
Debido a esta errónea concepción diariamente se conocen casos de violencia contra las mujeres que van desde el insulto verbal hasta el asesinato, pasando por el hostigamiento, el maltrato físico y psicológico y el abuso sexual.
Ayer se celebró el Día Internacional de la Mujer y, como era de esperarse, no faltaron los discursos de legisladores, magistrados y funcionarios del Poder Ejecutivo referentes a la necesidad de aplicar políticas públicas para garantizar la igualdad de oportunidades para la población femenina y el respeto a sus derechos fundamentales.
Pero más allá de la obligación de la fecha y de las frases trilladas, lo que urge en México y La Laguna para combatir el problema de la falta de equidad es la transformación de nuestra idiosincracia y la eliminación de los prejuicios culturales que hoy, en pleno siglo XXI, siguen haciendo mella en la sociedad.
En base a lo anterior, una pieza clave en este cambio de actitud y pensamiento es sin duda la educación. Es en las escuelas en donde el Estado debe iniciar el fomento de la igualdad entre géneros y la eliminación de conductas vejatorias que con el paso del tiempo puedan derivar en casos de violencia sistemática. Desgraciadamente, en la actualidad en muchas escuelas se tolera aún el trato desigual y a veces humillante hacia la mujer, y las acciones de promoción de la equidad son aisladas y poco efectivas.
Si aspiramos a que México sea un país desarrollado debemos entender primero que esa meta es inalcanzable mientras que el Estado no salvaguarde realmente los derechos y garantice la igualdad de oportunidades de esa mayoría de la población que son las mujeres.