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El afán de cada día

Adela Celorio

¡Ya, ya, ya! Ya lo entendimos, después de todo no es tan difícil sentir en nuestro bolsillo la severa crisis –una más- en la que estamos inmersos, y asumir la urgencia de revisar nuestros hábitos para que cada cual haga los cambios pertinentes; o no los haga ¡faltaba más! Es inútil ahondar sobre el tema: que si la bolsa baja, el dólar sube, el euro está por los cielos y nuestro país bajo cero. De veras que no se puede vivir así. Esto es como si cuando un avión está en peligro de caer, en lugar de dar a los pasajeros las medidas de emergencia, les informaran detalladamente las fallas del avión y la velocidad a la que van a estrellarse. Ya entendimos, no es necesario bombardearnos con lo mismo a todas horas y por todos los medios, con lo cual lo único que están provocando es una depresión masiva que no sirve a nadie, ni nos ayuda a enfrentar los problemas con la lucidez y la entereza que el momento exige.

La información que necesitamos es aquella que nos muestre opciones para salir del bache y no la que ayuda a hundirnos en la desesperanza. Después de todo, hasta los pronósticos mejor sustentados fallan porque la vida es impredecible. Además, ya tenemos mucha experiencia en eso de levantarnos de la lona. Con codos y rodillas hechas una desgracia, con mexdólares y sin ellos, pero siempre dispuestos para empezar de nuevo. Lo que necesitamos es inventiva, desarrollar estrategias para sortear los problemas que ya tenemos encima, más los que se avecinan. Después de todo -si sabemos aprovecharla- a la larga toda crisis trae consigo progreso y promueve la inventiva. “Quien atribuye a la crisis fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más los problemas que las soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Es en los momentos críticos donde aflora lo mejor de cada uno”.

El entrecomillado es lo que dicen por ahí que dijo Albert Einstein. Yo no lo oí, pero me suena congruente con lo que la historia nos ha enseñado. Basta recordar el surgimiento de Japón como una gran potencia… después de Hiroshima y Nagasaki. El pueblo alemán, tan duramente castigado por su soberbia, es hoy un pueblo maduro, aunque como decía, la vida no es predecible y es mejor estar preparados porque nunca se sabe cuánto dura la cordura.

Lo que hoy toca es resolver los problemas económicos día por día. Todo a su hora y a cada hora su afán. Creo que no está la situación como para andar de apocalípticos, al menos no más allá de lo estrictamente necesario. Finalmente se trata sólo de un problema económico que tarde o temprano pasará; y sin restarle importancia, creo que son bastante peor aquellos problemas a los que ya nos hemos acostumbrado y que quizá esta sería la coyuntura ideal para resolver.

Aquellos que no pasan nunca y están siempre ahí lastrando gravemente nuestra economía y nuestra moral; como el hecho de sostener como pashas a tantos vagos con título de diputados, que insaciables y corruptos, son un permanente agujero para nuestra economía.

Bastaría con evaluar la calidad de su trabajo para que nos salieran regalados. Otro problemilla que nos vendría muy bien resolver, serían las escandalosas sumas que se entregan a los partidos políticos para que hagan con ellas lo que les dé la gana; y desde luego, es ya imprescindible encontrar el modo de deshacernos del lastre que significan para la moral pública; los líderes a perpetuidad.

¡Esa gentuza! Más que la crisis, lo que nos hunde son tantos impunes riendo a hocico suelto frente a un pueblo ofendido y humillando. ¿Quién dice que esta no es una oportunidad de retroceder, sólo para coger vuelo?

adelace2prodigy.net.mx

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