RAMÓN DURÓN RUIZ A pesar de que vivimos en el siglo de las más profundas transformaciones en la ciencia, de que estamos en el quicio del siglo XXI, llenos de los más sorprendentes avances tecnológicos, hemos olvidado escuchar y luego entender los maravillosos mensajes de amor que la vida tiene para nosotros.
Qué importante es escuchar la voz de nuestras abuelas que amorosa y suavemente nos dicen: "En la vida nada pasa, nada acontece, nada sucede por casualidad, no hay errores
En la vida, de muchas maneras llegan los mensajes, ¿acaso no hemos leído, escuchado, visto en los medios que una persona en Brasil llegó tarde al aeropuerto debido a que se descompuso el vehículo en el que la llevaban, hecho que le valió para salvar su vida, pues el avión que abordaría se estrelló en medio del Océano Atlántico?
¿O el empelado de las Torres Gemelas de Nueva York que salvó su vida, pues esa mañana se calzó unos zapatos nuevos, que a escasos minutos de caminar le causaron una ampolla, motivo que le obligó a variar su camino para ir a la tienda a comprar unos "curitas" para proteger la herida?, cuál no sería su sorpresa que debido a escasos cinco minutos de retraso el primer avión desviado por los terroristas ya había impactado en una de las torres.
En días pasados tomé un curso de "Ángeles solares", la instructora nos contó la historia de una joven que se iba a casar en el D.F., fue con su futuro cónyuge a ver el departamento 101, mismo que les encantó, además de contar con dos cajones de estacionamiento, estar en una excelente ubicación, el conserje del edificio les ofreció hacer el aseo del departamento y lavar diariamente sus carros por una cifra aceptable para ambos, todo estaba a pedir de boca.
Una semana antes de ocuparlo, la joven recibió una llamada, en la cual se le explicaba que el propietario había cometido un error rentando el departamento en cuestión, la joven furiosa dijo que a ver cómo le hacía, pero ella deseaba vivir en ese departamento
Fue entonces que su novio y ella buscaron otro inmueble, encontrándolo a escasas tres cuadras de ahí. Cierta noche que iba rumbo a su casa, una decena de patrullas agilizaba el embotellamiento que se hacía frente al edificio en el que ella había querido vivir y que no fue posible por azares del destino.
--¿Qué pasa? -preguntó intrigada al policía que agilizaba el tránsito.
--El portero de ese edificio de departamentos, se drogó, violó y después mató a la joven señora del departamento 101.
El cuerpo de la joven se estremeció, quedándose aterrada y con un nudo en la garganta, fue entonces que recapacitó la generosidad del ángel de su vida -que es energía de Dios a nuestra disposición-, a pesar de que ella se aferraba a vivir en el departamento 101, él le envió el mensaje de vida que por ahí no estaba su camino.
Cuántas veces nos habrá pasado que deseamos seguir un rumbo y todo se pone en contra para que no sea así, y al no darse las cosas, principias a proliferar toda clase de palabrerías, no entendemos el sublime mensaje del ángel de nuestra vida.
En la vida no hay casualidades, el amoroso ángel que nos acompaña nos guarda de los peligros -respetémoslo, escuchémoslo e invoquemos cada mañana su protección y guía-, cada nuevo amanecer es una oportunidad maravillosa para expresar toda nuestra plenitud de vida, que se redimensionará el día que valoremos al ángel de la guarda que nos protege de los peligros, vela amorosamente por nosotros y nos acerca al generoso amor de Dios.
Lo anterior me recuerda a don Respucio, el viejecito amable de Güémez que le comenta a su amigo:
--Se me hace que el ángel de mi vida me condujo a que tome una pastilla increíble para recuperar la memoria.
--Ah, sí, ¿y cómo se llama tu pastilla?
--Verás... ¿cómo se llama esa flor roja que huele bonito y tiene un tallo con espinas?
--¡Rosa! -responde el amigo.
--¡Ah, sí! -llama a la sirvienta y le pregunta-, ¿Rosa, cómo se llama la medicina que estoy tomando?