No todo es negativo, mal sería plantearse así las cosas. El que los políticos mexicanos presenten un paquete fiscal injusto hasta las manitas donde nuevamente se carga todo el peso a los contribuyentes cautivos y las discusiones y discursos hipócritas de los notables de los distintos partidos políticos, no debe ser más que motivo de molestia para el ciudadano común, pero hasta ahí nada más, a cruzar los dedos para que la presión haga que la propuesta hacendaria para el siguiente año sea enmendada y dentro de las circunstancias quede lo mejor posible, porque para el ciudadano común poco margen de maniobra queda.
En estos días ha ocupado un lugar en los medios un hecho que realmente parece dar una gran inyección de positivismo: el viaje al espacio del transbordador Discovery con una tripulación de siete astronautas, dos de ellos de origen mexicano.
Danny Olivas y José Hernández fueron miembros del equipo que justo acaba de pasar dos semanas en el espacio, a gravedad cero, y que han tomado relevancia por secundar a Rodolfo Neri Vela, quien años atrás fue el primer mexicano en salir al espacio.
Como es natural, las empresas de comunicación mexicanas dedicaron buen espacio a la cobertura previa, durante y posterior al viaje, que tuvo una demora de dos días al lanzamiento por mal tiempo en Cabo Cañaveral, Florida, y que igualmente tuvo que posponer su llegada además de modificar el sitio de aterrizaje de Florida a California, y donde las entrevistas a los dos connacionales de estirpe, porque ambos son de nacionalidad norteamericana, mostraban los orígenes familiares y de terruño.
En especial tuve la suerte de ver en un par de ocasiones a José Hernández, quien era el ingeniero de vuelo, responsable, como él lo decía, de supervisar la nave y en su caso reparar alguna falla que hubiera podido presentarse.
Durante las notas que se pasaban del ingeniero Hernández, vimos el hogar de sus padres en Michoacán. La casa, sencilla en su decoración, mostraba que la familia del ahora personaje mexicano comparte valores universales del pueblo de México.
Declarado ferviente católico y de costumbres típicas de esta patria, no obstante vivir y trabajar con la élite ingenieril de la NASA, José en una de sus intervenciones desde el espacio transmitidas a la televisión, señaló lo bello que es el planeta visto fuera de la atmósfera, pero señaló algo que lo distingue en su sentido común. Dijo que desde la nave espacial no se ven fronteras, que eso le llamaba mucho la atención y se lo recomendaba a los políticos para que lo pensaran. Notable comentario para alguien que su trabajo lo tiene encumbrado y se da cuenta que las fronteras son divisiones creadas por los hombres, de las cuales muchas calamidades han generado a la raza humana.
La misión regresó a tierra con éxito y José Hernández nuevamente apareció a cuadro. En esta ocasión estaba al lado de su señora que tiene un restaurante en su ciudad de residencia, Houston, Texas. En la charla cordial compartía cuáles eran los platillos que él disfruta y que son eminentemente típicos de esta nación como el mole con pollo – así lo dijo su esposa y las carnitas estilo Michoacán, su patria chica.
Pero nuevamente José volvió a sorprender.
En una parte de la plática dijo que ese restaurante era un lugar adecuado para volver a poner los pies en el suelo y vaya que en su caso se aplica literalmente, ya que días atrás estaba más allá de las nubes, y ahora señalaba que ese día la persona que lava los platos no había asistido, y por lo tanto su señora le había pedido ¿ordenado?- que ayudara en esos menesteres.
“Allí está mi estación”, dijo el cosmonauta latino refiriéndose a la mesa donde friega los platos.
¡Qué lecciones da de vez en vez la vida! Un triunfador como lo es este ingeniero electrónico de origen mexicano y no tiene empacho alguno en decir que también cuando es necesario puede fungir como lavatrastes, tan tranquilo. Apenas unos días atrás era el responsable de todo el aparato sistémico de una nave espacial y después con natural sencillez limpia loza.
De una pincelada le mostró a todos que hoy México cuenta con un orgullo más y es que José Hernández es una persona competente en su profesión tan especial y capaz de mantener sólidos los valores humanos que tanto se han perdido en estos años.
Gratísimo es para los mexicanos ser de la misma raza.
eirazoqui@elsiglodetorreon.com.mx