El viernes pasado comentábamos en este espacio lo importantes que para el mundo serían las elecciones presidenciales en Irán, que se celebraron ese día. Decíamos que los principales candidatos reflejaban la fractura que se ha venido produciendo en ese país desde hace un buen rato: los partidarios de la línea dura y el control rígido de la sociedad utilizando la religión como "estáte-quieto"; y quienes desean reformas que hagan menos sofocante la vida en una República Islámica que ya cumplió treinta años
El candidato de la mano dura y la rigidez era el actual presidente, Mahmoud Ahmadinejad, quien tras cuatro años en el poder no puede presentar cuentas alegres a un país abatido por la crisis económica, el desempleo y la inflación. El campeón de los reformistas, por su parte, era un exprimer ministro llamado Mir Hossein Mousavi, quien hizo del color verde (el de la esperanza
Allá las elecciones son organizadas por el mismo Gobierno. Hagan de cuenta las mexicanas de antes del IFE. Y lo ocurrido el viernes pareció la repetición de un guión que vimos por acá en 1988: unos resultados que simplemente mucha gente no se quiere creer, ni en Irán ni en otras partes del mundo. No, no salió un Bartlett enturbantado para decir que se había caído el sistema. Pero nada más eso faltó.
Según las cifras de la agencia gubernamental encargada de esos menesteres, el actual presidente le pasó por encima de Mousavi por un margen de dos a uno. Para los partidarios de este último, esos números les parecen increíbles. Mousavi ha demandado la anulación de los comicios, y que se repitan bajo condiciones más controladas y de equidad. Sus seguidores se han lanzado a las calles a protestar lo que les parece un fraude electoral tamaño caguama. El Gobierno ha respondido con dureza: ya ha habido varios manifestantes muertos, se ha impuesto una mordaza a la prensa extranjera, y se ha cerrado el acceso a distintos sitios de Internet, para que la Oposición no utilice ese medio para organizarse.
Como para hacer ver que no pasa nada grave, Ahmadinejad se fue a dar la vuelta a Rusia, y cumplir con un compromiso establecido previamente. Pero quién sabe si realmente pueda estar tranquilo mucho tiempo más. Los seguidores de Mousavi han demostrado ser aguerridos, se sienten profundamente agraviados y son capaces de organizarse espontáneamente con gran rapidez. Además, muchos de ellos están realmente hartos de la rigidez del sistema, la demagogia del actual presidente, y el paulatino aislamiento de Irán por sus políticas y declaraciones.
Todo lo cual constituye un coctel potencialmente explosivo… que pudiera detonar en cualquier momento. Veremos y comentaremos.