“El presidente… señaló que la captación fiscal… se incrementará dos puntos porcentuales del PIB, como resultado de la reforma hacendaria y la integración de nuevos contribuyentes provenientes de la economía informal”. Esto, por cierto, no se refiere a Felipe Calderón, sino a su antecesor, Vicente Fox, de acuerdo a una crónica de la prensa nacional del 17 de marzo de 2002.
Es evidente que el incremento de la captación en 2 puntos porcentuales (pp) ha resultado muy complicado, como se demuestra con el hecho de que el presidente Calderón propusiera, el 26 de septiembre de 2007, otra reforma fiscal que, según los cálculos de su administración, aumentaría también los ingresos en 2.1 pp del PIB, pero ahora en el año 2012.
La mayor contribución (1.2 pp), se nos dijo, provendría del Impuesto Empresarial a Tasa Única (IETU), un gravamen estrictamente recaudatorio que hasta ahora es motivo de orgullo de nuestro Presidente, aún cuando ha tenido, como lo señalé la semana pasada, un impacto desastroso sobre la actividad económica.
En efecto, el IETU está resultando ser, a la larga, uno de los más grandes errores de política económica cometidos por la administración actual, al coincidir sus primeros dos años de aplicación, 2008 y 2009, con la peor crisis económica externa, al menos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
El error es que el IETU, concebido como un impuesto de control para evitar la evasión del Impuesto sobre la Renta, en condiciones normales, exacerbó los perjuicios de la crisis externa y, por lo mismo, contribuyó a mermar en forma notable la recaudación tributaria en nuestro país. Es decir, que contrario a lo esperado por el presidente Calderón y su equipo, muy pronto se demostró la in-utilidad de su “reforma” hacendaria.
El fracaso del parche tributario aprobado en 2007 se puso de manifiesto con el anuncio del secretario de Hacienda el 23 de julio, argumentando que la crisis global provocó una disminución de los ingresos públicos petroleros y no petroleros estimada para 2009 en 480.1 miles de millones de pesos (mmp).
Ese faltante, se dijo, sería compensado parcialmente por un menor gasto no programable, en relación con el previsto inicialmente en el presupuesto, por 59.1 mmp.
Es interesante observar que el remanente, de 421 mmp, equivale a 3.8 pp del PIB registrado en el primer trimestre de 2009, cifra muy superior a la recaudación adicional esperada para el 2012 con la reforma tributaria aprobada en 2007. Este año nuestras autoridades cerrarán esa brecha entre ingresos y gastos utilizando 243.6 mmp provenientes de la cobertura petrolera, del remanente de operación del Banco de México (Banxico) y de ingresos no recurrentes, además de usar 92.4 mmp de los fondos de estabilización.
Como quiera, después de considerar todos los recursos mencionados, sigue existiendo un déficit de 85 mmp que el Gobierno decidió cubrir con una reducción en el gasto programable. Dado que el 28 de mayo ya se había anunciado una disminución en ese gasto por 35 mmp, la reducción adicional decidida en julio pasado se sitúa en 50 mmp.
Con ello, este año el balance fiscal saldrá más o menos bien librado, pero para lograr esa hazaña se agotarán, para todo fin práctico, todos los mecanismos extraordinarios de financiamiento.
Es importante señalar que los recursos de los fondos de estabilización sirvieron para financiar apenas un poco más de la quinta parte del boquete fiscal en el presente año. Esto, a su vez, pone de manifiesto la imprudencia de la presente y las pasadas administraciones presidenciales que han sido incapaces de realizar una verdadera reforma fiscal y, en cambio, dilapidaron en mayor gasto corriente los ingresos petroleros extraordinarios obtenidos gracias a los altos precios del crudo.
Por otra parte, aunque es un dato que la crisis económica mundial está teniendo repercusiones negativas sobre nuestra economía, también es cierto que esas repercusiones se han magnificado por los errores internos de política económica. El problema ahora es que el panorama fiscal luce bastante más desalentador para el 2010. El año próximo se habrán agotado, para todo fin práctico, los recursos de los fondos de estabilización y los provenientes por la cobertura petrolera, así como difícilmente se repetirá el remanente extraordinario de operación de Banxico.
El boquete fiscal se antoja, por tanto, enorme. Las autoridades enfrentan la opción de un recorte considerable en el gasto público, para regresarlo en todo caso a los niveles previos a la dilapidación de los ingresos extraordinarios del petróleo, o ceder ante las presiones políticas para mantenerlo en sus niveles actuales, lo que acabaría por endilgarnos otra reforma tributaria. Muy pronto conoceremos el camino elegido por la administración de Calderón.