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El cambio profundo... para después

EL COMENTARIO DE HOY

FRANCISCO AMPARÁN

Como evidentemente la iniciativa y la capacidad de marcar rumbos efectivos para la nación se le perdieron en algún lado (o nunca los sacó del cajón), al presidente Felipe Calderón le ha dado por pronunciar sonoros y profundos discursos... que suelen quedar en eso, en retórica. Quizá por la desesperación emanada de entender que la terca realidad lo está rebasando por la izquierda, la derecha y por encima. O por que lo suyo son los golpes de timón: primero con los empresarios, ahora en contra de ellos. O tal vez por que piensa que las Grandes Ideas tienen la facultad de materializarse ellas solitas, sólo por el hecho de ser Grandes. El caso es que a últimas fechas hemos tenido muy buena retórica y el peor crecimiento económico del mundo.

La última pieza de oratoria digna de felice recordación (y de desgraciado olvido futuro, al parecer) es la que Calderón nos endilgó el pasado jueves. En ella nos exhorta a tomar el próximo año, el del Bicentenario y el Centenario simultáneos, como una especie de plataforma de arranque para lograr acuerdos, consensuar rumbos y construir un nuevo México. Todo ello, nada más porque es el año 2010.

El planteamiento me recordó a un amigo que, en junio, se hizo el firme propósito de dejar de fumar el día de su cumpleaños. Cuando le hice ver que esa memorable fecha caía en diciembre, o sea que restaba medio año para tomar tan trascendente decisión, su respuesta fue: "Es que así tiene más sabor". Por supuesto, a la hora de la hora, ni el intento hizo de abandonar el etéreo vicio. Ya sea el día de cumpleaños, aniversario de matrimonio o Bodas de Plata de la castración del gato, la situación es la misma: si no se quiere cambiar, no importa la fecha: no habrá cambio.

¿Por qué esperar hasta el 2010 para llevar a cabo las transformaciones que este país pide a gritos desde hace un cuarto de siglo? ¿Por qué tenemos que aprovechar el bicentenario de las andanzas y desmesuras de un clérigo atrabancado para proceder a borrar las lacras que nos han venido lastrando desde hace décadas? Una reforma fiscal a fondo, justa y completa, no se hizo este año... ¿porque era el vulgar 2009? No, no se hizo porque tenemos una clase política pusilánime, rapaz, mediocre y sin altitud de miras. Hemos sido incapaces de romper los monopolios, públicos y privados, que nos asfixian, no por que los años no sean divisibles entre diez, sino por la ceguera ideológica que nos ha hecho desperdiciar una riqueza que no volverá, por el miedo que se le tiene a lo que digan Slim o Televisa. Esperar que el espíritu, la generosidad y la inteligencia de nuestra clase política serán mejores en 2010 que en 2009 o 1999, es de plano caer en el pensamiento mágico.

Y si por ahí anda la mente del Presidente, eso explica muchas cosas.

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