UEVA YORK.- Septiembre es el mes más ocupado para quienes se dedican a la moda y la diplomacia. La ciudad de Nueva York exhibe durante dos semanas lo último de la moda, la llamada Fashion Week, así como los jefes de Estado y de Gobierno de más de 120 países acuden a la mundialmente denostada Asamblea General de Naciones Unidas (AGONU), la Diplomacy Week.
Hago referencia a esos dos eventos, completamente inconexos, porque precisamente muchos de los críticos de la AGONU afirman que esa semana de labor diplomática no sirve para nada, que no es más que "una pasarela internacional" que "representa un gasto tremendo para el erario de los países".
Hay algo de cierto en ello. México pagó a la ONU casi 63 millones de dólares en 2009. Con ello, México es el principal contribuyente latinoamericano al organismo internacional, seguido por Brasil, que dio unos 22 millones de dólares. Sin embargo, ese dinero, si bien considerable, palidece si lo comparamos, por ejemplo, con los más de 930 millones de dólares que recibió el IFE en 2009 o con los casi 500 millones de dólares entregados a los partidos políticos este año.
Para México, justificar el compromiso con la ONU no parece mayor problema. Después de todo, una encuesta realizada por el CIDE y el Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales en 2008 revela que hasta un 69% de la población mexicana favorece una participación internacional activa de México, aunque sólo un 42% de los mexicanos ve el fortalecimiento de la ONU como una prioridad de nuestra política exterior. De igual forma, hay en el Senado de la República un grupo de senador@s con buena experiencia diplomática.
El problema para México es sacarle provecho al máximo a los foros internacionales a los que pertenecemos y que nos cuestan recursos. En palabras claras: Mucha gente paga mensualmente la costosa membresía de un gimnasio o de un club deportivo. Hay quienes lo pagan y nunca van o quienes lo pagan y sólo van a ver y ser vistos. Hay, en contraste, quienes lo pagan, van, se ejercitan y obtienen beneficios para su salud.
Brasil, por ejemplo, es un actor que sabe sacarle provecho a su pertenencia al "club ONU". El presidente Lula da Silva abrió la Asamblea con un discurso en el que dejó en claro quién es, al menos retóricamente, el nuevo líder de América Latina. Lo mismo con su llamado a construir un orden económico más justo, en el que el Estado sea un actor activo que intervenga ante las fallas del mercado, que en su exigencia de reestablecer el orden constitucional y la democracia en Honduras o en terminar con el bloqueo a Cuba, Lula demostró que la diplomacia brasileña no es monotemática, se encuentra en forma y con buen músculo.
Este año el presidente Calderón no participó en la AGONU ni en la cumbre climática con la que abrieron los trabajos de la primera, y eso pese a que la agenda verde ha sido un sello personal del presidente. Calderón estuvo en el Consejo de Seguridad para participar en una reunión especial sobre desarme y no-proliferación, en la que no hizo más que reiterar la tradición diplomática mexicana a favor del desarme que es conocida de sobra en el mundo.
Calderón también aprovechó ese foro para hacer un llamado a la emergencia que vive México por el narcotráfico, por lo cual el presidente anunció que México buscará un tratado sobre el comercio de armas, lo cual merece ser destacado. Sin embargo, quedará para otra ocasión el conocer si tenemos en Calderón a un presidente con una visión internacional más amplia que la agenda verde y la del armamento.
La forma es fondo, el viejo aforismo de Reyes Heroles, aún aplica a la diplomacia multilateral, pero sobre todo aplica a la comunicación del quehacer diplomático. No hay mejor expositor de la visión internacional de un país que su jefe o jefa de Estado y de Gobierno. El buen trabajo diplomático necesita presumirse, pero ante el desinterés del presidente Calderón se deja la imagen de una diplomacia mexicana que paga un club caro y al que no le saca todo el provecho.
Politólogo e Internacionalista
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