Continuando con nuestra revisión de este año, hoy comentaremos una noticia del mes de junio.
Aunque a ellos les gusta proyectarse como distintos al resto de los mortales, la verdad es que los políticos son igualmente imperfectos, volátiles o simplemente tan estúpidos como cualquier persona. La cuestión es que, por un lado, tratan de hacernos creer que por su superioridad debemos confiarles nuestra seguridad y el dinero de nuestros impuestos; y por otro, cuando meten la pata, sus errores se presentan nítidamente más ridículos; y en consecuencia catalogamos sus conductas como hipócritas. Después de todo, si ciertamente errar es de humanos, errar cuando se pidió la confianza de miles no resulta tan fácilmente perdonable. En especial si el desaguisado tiene que ver con acciones previamente criticadas por quien comete la falta.
A la derecha republicana de Estados Unidos se le llena la boca hablando de valores familiares, de la santidad del matrimonio y de la castidad como método para evitar el Sida. Con ello pretenden darle por su lado a los grupos fundamentalistas cristianos que desde hace rato traen en jaque a ese partido, por sus exigencias de "moralizar" la vida pública norteamericana. El problema aquí es múltiple: en primer lugar, mucha gente, de izquierda y derecha, no quiere que la moralicen; en segundo, los fundamentalistas cristianos han corrido tan a la derecha al partido, que éste ha alejado a centristas y moderados: los números para los republicanos son abismales. Y en tercero, se supone que, especialmente cuando se andan criticando las fallas de los demás, se debe predicar con el ejemplo. Y eso no ha venido ocurriendo últimamente en el campo republicano.
El escándalo ocurrido en junio, además, tiene un ingrediente anecdótico bastante bizarro. Resulta que el gobernador republicano de Carolina del Sur, Mark Sanford, desapareció de la vista pública durante varios días. Cuando la ausencia se prolongó, los periodistas metiches empezaron a preguntar dónde se hallaba. Resulta que ni sus achichincles sabían, pero inventaron el cuento chino que el titular del ejecutivo andaba recorriendo a pie senderos montañosos, y por ello no podían contactarlo.
Lo malo fue que, no acababan de dar esa explicación sobre la ausencia del gobernador, cuando éste fue detectado en el aeropuerto internacional de Atlanta.... algo lejos de las brechas escénicas que se suponía andaba fatigando.
A fin de cuentas, Sanford tuvo que confesar que los días que había desaparecido se la había pasado en Buenos Aires... en intimidad con una amiguita argentina. Por supuesto, procedió a pedir perdón a sus conciudadanos, a su esposa, a sus cuatro hijos y al perro cuyas croquetas había descuidado esos días. Al menos tuvo el buen gusto de no hacer todas esas confesiones teniendo a la cornuda al lado, como suelen hacer los políticos en esos trances. La cual, por cierto, lo acaba de abandonar.
Así pues, el pintar al Partido Republicano como defensor de los valores familiares, ha resultado un poquito más difícil en Carolina del Sur. Y cada que el gobernador va al baño sin avisar, cunde el pánico entre sus ayudantes. Lo que, la verdad, no deja de ser divertido.