JULIO: EL CRUCIGRAMA DE HONDURAS
Las noticias sobre Honduras dominaron la segunda mitad del año. Lo complicado que iba a ser el conflicto se puso de manifiesto desde julio.
Ese mes, el expresidente Manuel Zelaya dio muestras de lo que era capaz de hacer con tal de regresar al poder.
Y lo hizo emprendiendo una misión que agravó de manera sensible la situación: saliendo de su refugio en Managua, Zelaya se puso al frente de una caravana de vehículos con rumbo a la frontera de Honduras, con la intención de cruzarla y reclamar la Presidencia de la que fue despojado.
En esa caravana estaba incluido una figura del oscuro pasado: Edén Pastora, el notorio Comandante Cero, que se hiciera famoso en vísperas de la Revolución Sandinista. Una especie de antecedente del Subcomandante Marcos, que igual que éste se diluyó en la inconsecuencia. Pero que ahora revive, quién sabe con qué objetivo.
La cuestión es que el Gobierno no reconocido de Roberto Micheletti advirtió que en cuanto Zelaya pusiera pie en el país, sería detenido para ser juzgado por una serie de delitos. Según los golpistas, Zelaya es un prófugo de la justicia, acusado de traición a la patria y otras linduras.
Para fruncir lo arrugado, Zelaya convocó a quienes lo apoyan dentro de Honduras a que acudieran a la frontera no sólo a darle la bienvenida, sino a servirle de escudo por lo que pudieran intentar las fuerzas del Gobierno.
Estando las cosas como estaban, las posibilidades de un enfrentamiento entre el ejército y sus seguidores eran muy altas. Y ello podía ser el detonante de una guerra civil, algo hasta hace poco impensable en el siglo XXI latinoamericano.
A fin de cuentas, prevalecieron cabezas más frías, y las cosas no llegaron hasta ese punto. Zelaya entró unos metros a su país, y luego hizo mutis. Más tarde se coló a la embajada brasileña en Tegucigalpa, donde se ha manifestado cada vez más errático.
La interrogante en julio era cómo reaccionarían los Estados Unidos en caso de que las cosas se hubieran calentado. Obama había seguido la línea de reconocer a Zelaya como presidente legal, igual que el resto del continente. Pero no se hallaba muy contento de que éste estaba siendo cilindreado por Hugo Chávez y Raúl Castro, tomando decisiones no muy sensatas.
El margen de maniobra de los norteamericanos continúa sin ser muy amplio. Por un lado siguen las formas diplomáticas, reconociendo a Zelaya. Pero por otro, quieren que éste deje de necear y reconozca las elecciones de noviembre para ponerle punto final al conflicto.
Y ya estamos a fin de año, y éste sigue sin resolverse.