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El comentario de hoy

FRANCISCO AMPARÁN

Ah, esos Premios Nobel...

Continuamos con nuestro repaso de algunas de las noticias más interesantes de cada mes de 2009. Hoy toca el turno de octubre.

Hay instituciones globales de las que mucha gente tiene una imagen perfectamente equivocada. Quizá porque se quiere tener una visión optimista de este cochino mundo. O porque en primaria enseñan que todo organismo de alcance mundial tiene que ser bueno, sonriente y bondadoso casi-casi por necesidad. El problema es que la terca realidad suele desmentir tan risueñas consideraciones.

Por ejemplo, mucha gente cree que las Naciones Unidas son poco menos que Dios Padre aquí en la Tierra. En realidad, la organización que tiene su sede en ese feo edificio al lado del puerquísimo East River, hace apenas lo que puede, no lo que debiera. Así fue concebida, y así ha funcionado... a medias. Digamos que en términos de eficiencia, la ONU siempre ha salido debiendo.

Lo mismo pasa con los Premios Nobel. Sobra quien suponga que esos galardones resultan indiscutibles, que la Academia Sueca es tan neutral como su país, y que todos los premiados por igual son la mamá de Tárzan (no me pregunten por qué el acento va en la primera "a", pero así lo pronunciaba mi mamá. Y donde manda capitán, no gobierna marinero).

La cuestión es que los Premios Nobel consideran aspectos políticos igual que cualquier otro organismo de alcance planetario. Y con frecuencia sus decisiones dejan a la mayoría del respetable rascándose la cabeza.

Por ejemplo, entre los recipientes del Premio Nobel de la Paz se han contado terroristas tan notorios como Yasser Arafat y Menahem Begin. Y el Premio Nobel de Literatura con frecuencia le ha sido otorgado a escritores que no han leído ni sus madres.

Tal fue el caso de la galardonada de este año, Helda Müller. Esta escritora germana, oriunda de Romania, no es muy conocida ni siquiera en Alemania. De sus 20 libros, apenas cinco han sido traducidos al inglés, y que yo sepa, ninguno al castellano. No dudo que la señora Müller sea una chucha cuerera, y que sus libros sean estupendos. Pero no estaría mal que la Academia Sueca de vez en cuando premiara a alguien que uno ya hubiera leído. Digo, de perdido.

Pero la noticia de este año es que el Premio Nobel de la Paz le fue conferido ¡a Barack Obama! El cual dijo sentirse halagado... y sorprendido. No fue el único. De hecho, el anuncio causó estupor en buena parte del mundo. Porque se supone que el Premio es por logros, no por buenos deseos. Y, la verdad, el morenazo no ha hecho nada, pero nada, que uno pueda considerar digno de ser premiado. Sí, le tendió la mano al Islam. Sí, ha tratado de arrancar de nuevo el proceso de paz en Oriente Medio. Pero ¿y los logros? ¿Cuáles logros?

Total, que una vez más los Premios Nobel nos dejaron turulatos y patidifusos... lo que ya es una linda tradición de la Academia Sueca y el Parlamento Noruego.

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