La piel del cuello es mucho más delgada que la del resto del cuerpo y es escasa en glándulas sebáceas y melanina, por lo que su capacidad de autoprotección es muy baja.
El cuello es mucho más que la unión de la cabeza con el tronco; cuando es estilizado y firme es uno de los atributos más bellos y sensuales de una mujer.
Sin embargo, muchas veces no le ponemos la atención que requiere. Su piel es mucho más delgada que la del resto del cuerpo y es escaso en glándulas sebáceas y melanina, por lo que su capacidad de autoprotección es muy baja. Por estas razones, es una de las zonas más indefensas de nuestro cuerpo ante las señales del paso del tiempo. Arrugas, pliegues, manchas y flacidez comienzan a afectarlo desde los 25 años y se hacen más evidentes de los 30 en adelante.
Son muchos los factores que contribuyen a su deterioro: estilo de vida, alimentación, emociones, accidentes, enfermedades, postura incorrecta y, desde luego, la falta de cuidados adecuados.
JUVENTUD PERDIDA Generalmente, al cuello casi siempre se le relega en cuestión de mimos y cuidados. A nombre de los laboratorios Imedeen, especialistas en productos para preservar la lozanía, Vera Angélica Miranda, directora de Vera Spa, explica que, "con el paso de los años, la piel de todo el cuerpo pierde firmeza. La red de sostén formada por proteínas fibrosas como colágeno, elastina y reticulina, se van debilitando".
En el cuello, este proceso se manifiesta con flacidez y la aparición de los llamados "anillos de Venus", arrugas horizontales que forman una especie de gargantilla. "Se desgastan los tejidos de soporte y el tejido muscular sufre laxitud, provocando un cambio morfológico, 'desdibujándose' el óvalo facial. La piel excesiva y tejido adiposo provocan la aparición de la papada o doble mentón.
"Además, aparecen discromias (alteraciones en la pigmentación) provocadas por exceso de células córneas (superficiales), por disfunción de la melanina y por la modificación de capilares en la superficie cutánea", explica la experta.
NO TE OLVIDES DE ÉL Una opción para mantenerlo bello y lozano es incluir su cuidado en la rutina de belleza del rostro.
EL CUELLO PERFECTO En la Edad Media, el matemático Leonardo Pisano Fibonacci, desarrolló matemáticamente las proporciones humanas.
El maestro italiano Leonardo da Vinci, por su parte, hizo algo similar y la nombró la Sección Áurea, la cual aplicó en todas sus obras, difundiendo este concepto en el mundo renacentista.
Gracias a estos talentosos, podemos evaluar la proporción y armonía de nuestras formas tanto en rostro, como en el resto del cuerpo.
Para saber si nuestro cuello es proporcionado, debemos tomar en cuenta su largo y su ancho.
El largo se considera desde la base del mentón hasta la horquilla esternal, manteniendo la cabeza derecha.
Esta medida se obtiene luego de dividir nuestra altura total entre siete y luego, esta cifra, entre tres. Si es mayor, es un cuello, largo; si es menor, se considera corto.
PARA LUCIRLO MEJOR Un cuello largo se equilibra usando escotes altos. También con el uso de gargantillas, collares o bufandas, las cuales deben estar a la altura de la horquilla esternal.
Un cuello corto, en cambio, requiere de cuellos en forma de "V" o de "U", de modo que se "alargue" el cuello.
Por otro lado, el ancho se calcula luego de medir el ancho del tobillo, cantidad que se multiplicará por 1.5. Si medimos el rededor de nuestro cuello y el resultado es mayor a esta cifra, es grueso; si es menor, angosto.
Un cuello ancho se equilibra usando prendas con escote y con collares largos. Se deben evitar las hombreras, los cuellos de tortuga, los mao y en general los altos.
Un cuello delgado, en cambio, requiere de un escote barco, es decir, de formas redondeadas que se caracteriza por trazar una línea recta de hombro a hombro, por delante y por detrás de la prenda.
Un cuello proporcionado puede usar cualquier cosa.