Pasadas las elecciones municipales en el Estado de Coahuila, con independencia de las reflexiones que sus resultados ameriten para cada uno de los protagonistas, es el momento de ponerse a trabajar.
No hubo sorpresa frente al carro completo obtenido por la versión local del Partido Revolucionario Institucional, en una entidad en la que el Gobierno de Humberto Moreira recrea el viejo sistema de partido de Estado, la Dictadura Perfecta de la que habla Vargas Llosa, con todos sus defectos y hasta con ribetes dinásticos, pero sin las cualidades que en el siglo pasado le dieron explicación pragmática a dicho esquema.
Como en aquellos tiempos se gobierna en nombre de la gente y la democracia se postula como un bien fuera del alcance de los mexicanos a quienes se trata como menores de edad, en procesos electorales que son una farsa. El Partido de la Revolución Democrática se desdibuja como ocurría en el pasado con la izquierda testimonial, al apropiarse el régimen de su discurso y sus banderas por medio de una avalancha de pequeñas y grandes dádivas que el propio Gobierno otorga a veces como patriarca providente y otras como cruel carcelero.
El Partido Acción Nacional vuelve a su papel de factor de conciencia crítica y a su brega de eternidad, forzado por el resultado adverso que lo arroja del poder en su baluarte de la ciudad de Torreón, después de que Jesús de León realiza la proeza de reconciliar al PAN con su voto duro, aliviando en parte el mal sabor que deja el pésimo Gobierno de José Ángel Pérez. Para completar el parangón con el antiguo régimen, no faltan en este firmamento un instituto electoral arrebatado a los ciudadanos, ni los partidos morralla: Verde Ecologista, UDC, etcétera, que como satélites giran en torno del sol invicto del Gobierno de Moreira ya no como paleros, sino como auténticos cautivos en pos de las migajas.
Con la imposición de Eduardo Olmos en la Presidencia de Torreón, la autoridad externa rebasa sus competencias y vulnera los espacios de autonomía que corresponden a las comunidades intermedias que por naturaleza existen entre el poder del Estado y el ciudadano, violándose con ello el principio de subsidiariedad, que junto a el principio de solidaridad, integran el eje rector en la construcción del bien común de la sociedad.
Frente a los hechos consumados, preocupa que además del monedero, los tinacos, los condones y el Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de la gente, en lo sucesivo surjan el PAN de la gente, el PRD de la gente, así como los organismos empresariales, los sindicatos y hasta las comunidades religiosas de la gente. Lo anterior no es exagerado si se consideran los pocos espacios para la disidencia y la ausencia de contrapesos institucionales y sociales.
Hoy es el día siguiente y ha llegado el momento de ponerse a trabajar. Se acabó el pretexto colosal del conflicto permanente entre los niveles de Gobierno Estatal y Municipal y al menos que se invente algún enemigo imaginario para justificar la ineficiencia, autoridades y ciudadanos nos debemos a la obra de reconstruir nuestra casa común. En ese sentido asumimos el empeño de rescatar Torreón, de nuestra indiferencia y apatía cotidianas.
Entre las tareas pendientes está la de acometer el saneamiento de las corporaciones policiacas de ambos niveles de Gobierno, liberar de la mediocridad funcional a las instituciones del Estado de Coahuila, y sacar al Municipio de Torreón del grave y generalizado deterioro en que se encuentra.
La calidad del equipo de Gobierno municipal es fundamental para ofrecer viabilidad a la empresa y el riesgo que implica su integración es enorme, en función de que los compromisos adquiridos por el sistema con su estructura electoral corporativa, se impongan sobre los criterios de eficiencia y calidad.
Eduardo Olmos es el hombre que al menos en apariencia encabeza la tarea a nivel municipal y aunque se presenta como una figura cuestionada a la que resulta difícil conceder el beneficio de la duda, es pertinente ofrecerle el apoyo y la exigencia crítica, que constituyen los pilares esenciales de una relación madura entre pueblo y Gobierno.