La primera impresión cuenta y el discurso inaugural del próximo martes será la primera impresión que los norteamericanos y el mundo se llevarán del presidente Barack Obama. Ya no del candidato, ni del ícono, ni del presidente electo, sino del gobernante, que hablará con renovada autoridad.
El reto del discurso será capturar lo mejor posible el momento histórico que se vive actualmente. Tendrá que decirle a su país hacia dónde quiere dirigirlo en este momento de crisis y cómo lo hará, pero también tendrá que hablarle al mundo, que espera un mensaje con sentido de unidad y responsabilidad internacional.
¿En qué estará inspirado este discurso? Hace unos días asistí a un panel en el National Press Club, en que participaron quienes han escrito los discursos presidenciales en la Casa Blanca durante las últimas décadas. En la sesión de preguntas y respuestas, le pedí a los panelistas que mencionaran los tres discursos que, de seguro, influenciarían aquél en el que Obama y Jon Favreau (su escritor estrella de 27 años) han estado trabajando estos días. Mencionaron los siguientes tres:
El discurso inaugural de Abraham Lincoln de 1861. Mediante éste, Lincoln hizo uno de los llamados más brillantes de unidad en el contexto de la crisis interna más grave en la historia de Estados Unidos: la guerra civil provocada por los estados del Sur, entre otras cosas, por oponerse a la abolición de la esclavitud.
El discurso inaugural de Franklin D. Roosevelt de 1933. En ese año el 40% de la fuerza productiva del país estaba desempleada como consecuencia de la gran depresión. En su discurso, Roosevelt acusa a banqueros y financieros por su búsqueda implacable de lucro en detrimento de la sociedad y cuestiona aspectos básicos del capitalismo. También pidió entereza a la sociedad para enfrentar la crisis, diciendo que “en estos momentos a lo único que debemos tenerle miedo es al miedo mismo”.
El discurso inaugural de John F. Kennedy de 1961. En este discurso Kennedy llamó a los ciudadanos a participar activamente en la política y pidió al mundo luchar de manera conjunta contra los enemigos del hombre: la tiranía, la enfermedad, la pobreza y la guerra. Fue un tema, como el que se espera el martes, sobre el cambio y la esperanza, pero también de mesura, especialmente cuando mencionó que “tal vez no veré resueltos todos los problemas en los próximos cien días, ni en los próximos mil días; probablemente tampoco los veré resueltos durante mi Administración o durante mi vida, ¡pero empecemos!”.
El discurso de Obama estará acompañado de dos elementos históricos más. El primero es que en dos semanas se cumplen 200 años del natalicio de Lincoln. De hecho, Obama escogió como nombre de su discurso “El Renacimiento de la Libertad”, en clara alusión al “gran emancipador”. El segundo elemento es el hecho de que Obama está ascendiendo como el primer presidente de color en la historia de Estados Unidos durante la semana del natalicio de Martin Luther King Jr., quien hace 45 años pronunció, a unas cuantas cuadras del Capitolio, su discurso “tengo un sueño”, sobre la “urgente necesidad del ahora” para luchar por la libertad y en contra de la discriminación racial.
Obama pronunciará un discurso idealista. Insistirá en la idea de que el pueblo está conectado y que todos pueden ser partícipes de una encomienda heredada por la historia, para construir un país y un mundo mejor, basado en valores humanistas. Tendrá que decir mucho con pocas palabras e invitar a la gente a la acción, para transformar su capital político en una catapulta que le ayude a gobernar. Finalmente, deberá hacer un balance entre hablarle al presente y a la historia para que sus palabras perduren.
Todo se reducirá a un momento el próximo martes, el momento en que Barack Obama tome protesta como el 44º presidente de Estados Unidos y deje su huella en la historia, mediante un discurso que promete ser uno de los mejores en la historia de ese país.
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