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EL DIVÁN / DEJANDO EL PASADO

Lic. José Antonio Miranda Hernández

Los seres humanos somos de los pocos mamíferos que tenemos un largo periodo de dependencia tanto física como emocional de la madre. Permanecemos aproximadamente nueve meses en el vientre de la madre y algunos meses más independizándonos de ella.

Dependemos en un inicio de la madre primordialmente para comer, caminar, hablar y tener nuestra primera experiencia en cuanto a relaciones interpersonales.

Muchos analistas dicen que los primeros años de la vida del infante son los que determinan su futuro, otro de corte más cognitivo o humanista hablan de que el destino lo forja cada individuo de acuerdo a sus decisiones conscientes.

Sea cual sea la línea de pensamiento que se elija el ser humano se tiene un periodo de dependencia importante y por la tanto una de las metas es lograr a futuro la independencia.

Sin embargo me parece que este concepto se ha desvirtuado a lo largo de los años, entendiéndose independencia como el no hacer lo que la sociedad, la familia, el ambiente o las reglas en sí exigen. Esto lo vemos comúnmente en el joven que decide el negro no porque le guste sino porque los papás han elegido el blanco. O los políticos que deciden estar en contra de una iniciativa ley simple y sencillamente porque su contrincante simpatiza con ella.

Uno de los procesos más importantes para lograr una independencia “madura” es elaborar una buena pérdida de nuestro pasado. En otras palabras dejar atrás el pasado.

El pasado no se deja atrás olvidándose de él, se deja atrás asumiéndolo y haciéndolo parte de nosotros mismos ya que en ese pasado nos hemos hecho y las experiencias que vivimos en él nos dan la pauta para vivir el presente y el futuro.

Hay un sinfín de personas que nos aferramos al pasado pensando en que no tuvimos una infancia feliz, que nuestros padres no nos dieron lo que merecíamos, que deje pasar la oportunidad de mi vida con la pareja que siempre quise o no tengo el trabajo que desee porque dejé pasar la gran oportunidad. El tan llevado y traído hubiera.

Es por lo anterior que en muchas ocasiones nuestra dependencia se prolonga más de lo habitual, queremos seguir siendo niños cuando ya somos jóvenes, seguir siendo solteros cuando estamos comprometidos, seguir siendo protagonistas cuando no lo somos o incluso querer vivir la vida de nuestros hijos cuando ellos deben de ser guiados.

Coincido con las dos posturas de psicología que mencioné al inicio, es cierto que lo vivido en la infancia trasciende, pero también es cierto que en nuestras manos está nuestro destino.

Aprovechemos esta etapa mercadológica de inicio de año para proponernos dejar el pasado atrás, tomando lo “bueno” y lo “malo” que vivimos, recordando que lo único que podemos modificar es el presente, que está en nuestras manos y tenemos la capacidad de revertir ese destino que muchas de las veces catalogamos como suerte, cuando en realidad sólo puede ser victimización.

Hagámonos cargo pues, de lo único que está en nuestras manos: Nosotros mismos.

Espero sus comentarios a:

jose.mirandah@uvmnet.edu

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