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EL DIVÁN

JOSÉ ANTONIO MIRANDA HERNÁNDEZ

RESOLVER CONFLICTOS: EL PAN DE CADA DÍA

Hace poco comentaba con un colega sobre los aciagos días que había tenido en este último par de semanas. Que si el dinero no alcanzó, que si los alumnos se quejaron de un maestro o que si el maestro se cree Brad Pitt, etc.

Obviamente mi estado de ánimo no era de una inmensa alegría y calma por los eventos mencionados, a lo que él me dijo, con gran tranquilidad que estaba resolviendo conflictos y era parte del trabajo.

Lo primero que pensé es que no entendía del todo lo que le estaba contando, pero cuando me lo dijo sentí una gran calma y tranquilidad.

Seguimos conversando acerca de los problemas que existen en la vida laboral, personal y familiar y la calma se fue estableciendo dentro de mí.

Seguramente en estos días de crisis económica de pagos de colegiaturas de servicios y unas cuantas pizcas de inseguridad y crisis de valores, usted mi estimado lector habrá tenido este sentimiento de coraje, desesperanza e impotencia.

Sin embargo creo que es necesario replantear las cosas y saber cuándo es responsabilidad de nosotros resolver el problema y cuándo es la de otros hacerlo.

Existen un sinfín de reacciones ante los problemas, o dicho en otras palabras cada quien resuelve el conflicto en base a su experiencia y necesidades.

En mi caso la desesperación estaba siendo presa de mí, porque la manera que tengo de resolver los problemas es sentirme supermán, según descubrí en mi terapia, y pensar que yo puedo hacer algo por el alumno que no estudió y reprobó una materia. O sentirme presionado porque en lugar de tener un trabajo tranquilo, tenemos un trabajo apasionante y lleno de conflictos, que viéndolo desde otra perspectiva nos llevaría a la madurez.

Otra manera de solucionar un conflicto es por medio de la violencia. Lo podemos observar cuando la persona que tiene enfrente una complicación le da por gritar, ofender e incluso denigrar a sus semejantes. Verbigracia, cuando el jefe le dice al empleado que es incapaz de hacer la tarea que se le encargó con insultos y tratando de minimizarlo, seguramente cuando el problema se solucionaría llamándole la atención de manera firme y no hiriente.

Una forma más de resolver las vicisitudes se da con los individuos que responsabilizan a los otros de sus penurias y fracasos, aduciendo que todo les sale mal porque les tienen envidia y mala fe. Un ejemplo claro se da con la esposa que culpabiliza a sus padres de no quererla y por eso maltrata a sus hijos. O el esposo que no alcanza para el gasto y lo utiliza en ponerse "hasta atrás" porque Pared Borgetti no fue llamado al juego de inauguración del Territorio Santos Modelo.

Un ejemplo más lo tenemos con las personas pasivas. Es decir, las que para solucionar sus conflictos eligen no hacer nada y pensar que Dios se va a encargar de ellos. Desde luego es loable buscar refugio en Dios o en alguna divinidad, pero no para no querer trabajar o afrontar las problemáticas propias de la vida. Cuántos no conocemos a fulanito que tiene a sus hijos enfermos y argumenta que es algo que pasa en lugar de buscar sustento económico para resolver las enfermedades que sus hijos pequeños, que por cierto, son su responsabilidad como padre.

Ejemplos habrá muchos, que sería insuficiente el espacio para nombrarlos. Lo importante está en que enfrentar la vida pensando que el ser feliz es no tener conflictos, sería desde mi punto de vista, un graso error, ya que la vida nos pone dificultades inherentes al crecimiento y la manera como la resolvamos hablará de nuestra fortaleza y no la ausencia es la que marcará la diferencia.

¿No le parece?

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