NUEVA YORK.-¿ Y ahora quién podrá salvarnos? Parece ser la pregunta que se refleja detrás de la falsa cordialidad que han mostrado las caras famosas del Partido Republicano durante la fiesta de la transición del poder en Washington DC. ¿Quién podría convertirse en el o la redentora que saque al partido del elefante de la era Reagan y que lo aterrice suave y rápidamente en la “abominación” de la nueva nación Obama?
En el pasado inmediato hay una lección para los republicanos. En 1992, Bill Clinton, un joven y carismático gobernador de un pequeño estado se convirtió en presidente. Su arribo a la Presidencia también estuvo acompañado de mayorías demócratas en el Congreso, con 56 senadores demócratas de un total de 100 y 258 representantes de un total de 434.
En el cónclave del Comité Nacional Republicano de 1992, Haley Barbour se convirtió en el presidente de su partido. Barbour, en mancuerna con Newt Gingrich, trabajó disciplinadamente en el corto plazo, moviendo a su partido más a la derecha y elaborando una estrategia electoral para las elecciones intermedias de 1994. El resultado: en 24 meses se armó lo que entonces se llamó como una “revolución” republicana en el Congreso. En 1994, los republicanos retomaron el Senado y rompieron un dominio de 4 décadas de los demócratas en la Cámara de Representantes.
La agenda republicana, conocida como el “Contrato con América”, le dio dirección a la Oposición republicana en los noventa y preparó el camino para recuperar la Casa Blanca en 2000 con George W. Bush. Por ello, los republicanos que se reúnan el 30 de enero próximo no pensarán en noviembre de 2008 como su punto de partida, ni en 2012 como el objetivo; sino en enero de 1992 y en noviembre de 2010.
Precisamente, el 30 de enero próximo, el liderazgo la cúpula republicana se reunirá en la capital estadounidense para seleccionar al nuevo presidente del RNC. Cinco hombres buscan la dirigencia republicana, Michael Steele, Saul Anuzis, Ken Blackwell, Katon Dawson, Chip Saltsman, al tiempo que el actual presidente, Mike Duncan, busca su muy improbable reelección.
De todos ellos destacan Steele y Blackwell, ambos afroamericanos. Steele fue uno de los principales oradores durante la Convención Nacional Republicana de 2004. Abogado joven, tiene 50 años, es un conservador moderado, disciplinado y carismático. En su sitio Web se describe como un republicano de Lincoln y su proyecto para el partido se titula precisamente “En ruta a una revolución republicana.” Hoy es el principal contendiente al cargo, pero en la política electoral nada está escrito.
Por su lado, Blackwell, psicólogo, educador y periodista de 52 años, fue el candidato republicano a la gubernatura de Ohio en 2006. Su plataforma para el partido se titula “Un plan conservador para el resurgimiento.” Blackwell está mucho más a la derecha que Steele, por lo que podría resultar más atractivo para la base republicana, pero dado el movimiento de Obama hacia el centro ideológico, elegir a este hombre podría significar un balazo en el pie para los republicanos, especialmente entre las nuevas generaciones de votantes.
La atención de los medios de comunicación ahora está concentrada en quién podría retar a Obama en 2012. Los noticieros especulan si algunos de los gobernadores republicanos que saltaron a la notoriedad durante el 2008, Sarah Palin, Mike Huckabee y Bobby Jindall, se convertirá en la apuesta presidencial republicana en cuatro años. Sin embargo, esta atención se desviará pronto a quien sea elegido como el próximo presidente del partido.
Hoy no hay un director de orquesta que los conduzca a los republicanos al son del romántico At Last que la nueva pareja presidencial bailó como si fuera la boda del año. Para los republicanos no hubo romanticismo, sino nostalgia y preocupación. Hoy el elefante espera una segunda revolución.
Politólogo e Internacionalista
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