"Nos enfrentamos al reto más grande de los tiempos modernos a la economía mundial, una crisis que se ha ahondado desde nuestra última reunión; una crisis que afecta las vidas de hombres, mujeres y niños en cada país y cuya solución requiere que todos los países unamos esfuerzos. Una crisis global requiere una solución global". Así reza el primer párrafo de la Declaración Conjunta que emitieron ayer al concluir su reunión en Londres los líderes del Grupo de los 20 entre los que se cuenta el Presidente de México.
El documento suscrito por los que representan el 75% de la economía mundial anuncia un impresionante paquete de apoyos financieros masivos diseñados a contrarrestar con inusitada energía los efectos de la crisis financiera que viene asolando al mundo.
Las medidas principales consisten en elevar a 750 mil millones de dólares los recursos del Fondo Monetario Internacional, apoyar con 250 mil millones el otorgamiento de derechos especiales de giro y destinar el producto de las ventas de las reservas de oro del Fondo a financiamientos que se otorgarán a tasa reducida a los países más pobres. De igual manera, los sistemas bancarios nacionales recibirán una inyección de al menos 250 mil millones de dólares en los siguientes dos años para créditos a la exportación.
El paquete total constituye un plan global de recuperación mundial a una escala hasta ahora sin precedentes. Además de los fondos de emergencia, la expansión fiscal que se convino podrá sumar 5 millones de millones de dólares. Se espera aumentar así la producción mundial en un 4% que creará millones de empleos que de otra manera se habrían destruido. El tema del comercio internacional aparece como uno de los ingredientes necesarios para la eficacia de dichas impresionantes medidas financieras.
El párrafo 22 de la Declaración describe el compromiso que los líderes asumieron para no "repetir los errores del proteccionismo del pasado" sino promover el comercio y la inversión globales y restaurar el crecimiento general.
Se convino informar rápidamente a la Organización Mundial de Comercio (OMC) de cualquiera medida consistente en aumentar las barreras a la inversión o al comercio de bienes y servicios, cualquiera imposición de nuevas restricciones a la exportación o cualquier medida contraria a los compromisos asumidos en dicho organismo. Estos compromisos se extienden hasta fines de 2010.
De igual manera, los 20 líderes se comprometieron a llegar a una conclusión ambiciosa y equilibrada de la Ronda Doha con lo que se impulsaría anualmente la economía mundial en al menos 150 mil millones de dólares adicionales.
Hay que tomar nota del énfasis indiscriminado que se pone en combatir todo proteccionismo. Como ya hemos mencionado en otras ocasiones, en ciertos momentos una sana dosis de protección para aquellas actividades agrícolas o industriales que lo requieran es perfectamente aceptable para mantener los niveles de ocupación, salarios y la demanda en el mercado interno.
México ahora vive uno de tales momentos. Las medidas que hay que tomar para abatir los efectos de la crisis, incluyen no sólo los grandes financiamientos anticrisis a los que tan extensamente dedica espacio la Declaración del Grupo de los 20, sino deben contemplar acciones selectivas de naturaleza tarifaria o administrativa para proteger la producción nacional contra una competencia exterior desleal o indeseable. Ninguna regla o convención internacional puede estar por encima del interés de la población trabajadora cuyo nivel de ocupación e ingresos hay que defender y para no engrosar la ola de despidos que la crisis provoca con desastrosos efectos sociales.
Una cuidadosa protección selectiva es necesaria dependiendo de la etapa de desarrollo en que se encuentre alguna rama productiva de un país. Si su evolución no ha alcanzado niveles de competitividad internacional, el exponerlo al reto de la competencia del mercado externo significa su aniquilación.
En teoría la respuesta está en transferir los recursos, empezando por la mano de obra, a otra actividad. En la práctica esto toma más tiempo de lo que es socialmente aceptable. El financiamiento de fondos públicos que se requiere para esa reconversión, suele rebasar la capacidad fiscal de un Gobierno.
Es correcta la condena al proteccionismo que consagra la Declaración del G-20 siempre y cuando se entienda que el que en realidad hay que combatir es cuando un país industrializado cierra, restringe o desalienta la importación de productos de países en desarrollo impidiendo que éstos accedan a los ingresos de exportación que urgentemente requieren. La cuestión del acceso a los mercados es vital para países en desarrollo. La UNCTAD, establecida en 1964, tuvo como uno de sus objetivos derribar los obstáculos que se contraponen a ello. La creación de un Sistema General de Preferencias que sigue en vigor hasta nuestros días, tuvo por propósito dar oportunidad a los países aún no plenamente industrializados a vender sus productos en los mercados desarrollados.
No hay que confundir las preferencias que se deben dar a la industria naciente con una cruda política general indiscriminada de sustitución de Importaciones que ha sido justamente criticado. Preferir el producto o el servicio nacional por sobre el importado es un paso necesario si es que se quiere facilitar que una rama productiva ascienda al estatus superior de eficiencia. Ello asegura que los recursos de los países en desarrollo se empleen al máximo de racionalidad. La posición que debe adoptarse hoy en día en este tema debe ser la de preferir al producto o el servicio nacional por sobre el importado durante el lapso necesario para su consolidación como productor internacionalmente competitivo.
El G-20 no debe tolerar los subsidios a la exportación de productos que pueden ser eficientemente producidos en países en desarrollo. El tema afecta particularmente a México en su relación con los Estados Unidos en su relación con el TLCAN.
Es lamentablemente cierto que durante los años en que la industria y agricultura mexicana válidamente podían gozar de protección y preferencias, el productor nacional prefirió navegar con utilidades altas sin responder al reto de mejorar sus sistemas.
Hubo, a su vez una tolerancia de las autoridades, a veces mal entendida, en otras ocasiones intencionada. Miopes ambos, dejaron al país mal preparado para la competencia internacional.
Ello no significa que ahora tengamos que pagar doblemente por los descuidos del pasado y la impreparación actual.
Hoy más que antes, hay que proteger nuestros puestos de trabajo aun cuando ello signifique en algunos casos, alzar barreras que ya no son bien vistas por los países plenamente desarrollados que sí las aplican, incluso sin molestarse en disfrazarlas. Por ello, en materia de comercio exterior, tenemos que tomar con sal la Declaración del G 20.