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El helicóptero

GILBERTO SERNA

Es una aspiración válida que el trabajador haga hasta lo imposible por ganar un salario que recompense, según su modo de ver las cosas, el esfuerzo que realiza. Nadie puede disentir con ese razonamiento. Ahí está el caso de los consejeros del Instituto Federal Electoral que, a fin de homologar su sueldo, tal como dice un precepto constitucional, con lo que obtiene un ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, piden un incremento en su sueldo actual que asciende a una crecida suma de dinero. Estaremos de acuerdo en que el aumento puede ser legal pero, a nuestro juicio, en esta época es inicuo*. Veamos, en la parte final del párrafo cuarto, fracción III, del Artículo 41 del máximo ordenamiento jurídico se establece que la retribución que percibirán los integrantes del IFE será igual a la prevista para los ministros de la Suprema Corte. No entremos en detalle sobre el monto. Los números en muchos de los casos suelen ser engañosos. Mejor abordemos el tema examinando el por qué es tan cuantioso.

Sin lugar a dudas es justificado si atendemos al valor de lo que hacen. La función que se les encomienda es, de suyo, delicada. Se trata ni más ni menos que de llevar a la práctica el sueño de cada uno de los ciudadanos de conseguir que la elección de nuestros gobernantes sea exclusivamente producto de la voluntad popular, sin añagazas, artificios o trapacerías. Es una labor gratificante por sí misma pero que, en estos tiempos de un materialismo rampante, no encuentra otra forma de mantener, digamos, una línea de integridad en el quehacer político, que es pagando con gran generosidad los esfuerzos que en esa dirección hacen los encargados. Se trata de impedir desvíos en el espíritu democrático que debe prevalecer en una elección. El trabajo es extenuante, debiendo librarse de las acechanzas y de la seducción que representa el poder político. Quizá no lo entendió así el consejero presidente del IFE que sin reparar en el daño que a la imparcialidad que debe guardar el instituto que preside, cedió en la tentación de usar una nave aérea que le ofreció o tuvo que pedir al principal precandidato a la Presidencia de la República, actual gobernador del Estado de México.

Quizá no se percató, Leonardo Valdés, de que en política lo que parece ser, es. Lo que pretendió justificar diciendo que el IFE puede hacer uso de cualquier medio sin restricción alguna pertenezca o no a las entidades federativas. Lo que dio pauta para que se pusiera en tela de duda la ecuanimidad con la que debe comportarse un funcionario de ese nivel. Mal inicia la semana al que ahorcan el lunes, dice el refrán. Alguien debería decirle a Valdés que después de las manipulaciones que se hicieron en pasados comicios, que el horno no está para bollos o lo que es lo mismo, que apenas se supo del uso del helicóptero causó enfado, molestia e irritación, pues no está la Magdalena para tafetanes, entendiéndose que María Magdalena no estaba para galas, esto es, para preciarse y gloriarse, cuando lloraba a moco tendido su desgracia. La pregunta que se antoja, es: ¿no le alcanza el presupuesto al IFE para cubrir, con cierto decoro, los gastos que se eroguen por la renta de unidades cuando tenga la necesidad de transportarse de un lugar a otro?

Escucho a los políticos expresarse con gran exultación patriótica. Se les abulta el pecho e impostan la voz para decir que están comprometidos con las causas de las clases sociales más necesitadas. Están ansiosos por demostrar que son mexicanos a los que sólo les falta envolverse en la enseña nacional para, desde el alcázar del Castillo de Chapultepec, lanzarse al vacío. La realidad es otra. No tardaremos en verlo. Lo que desde ahora se ve es que consideran que su presencia enaltece el salón de acuerdos del IFE ¿porqué no probar las dulces mieles de disfrutar una vida sin apuros ni estrecheses? En fin, no creo que estén dispuestos a burlarse de los sentimientos de la comunidad que ya está que trina con una moneda devaluada. La dura tarea que espera a los consejeros valdría la pena se dedicaran a blindarla con sabiduría, respeto y esmero. No se necesitan monjes cartujos, sólo hombres dispuestos a enfrentar su destino. Que tengan en mente que el dinero es lo que menos importa. Ése va y viene. Cuídese el honor, pues ¿qué queda cuando se ha perdido el honor?

Nota bene: Inicuo.- contrario a la equidad. Malvado, injusto.

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