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EL INDEFENDIBLE IETU

El Impuesto Empresarial a Tasa Única (IETU) es un gravamen que se inventó para ahorrarle al Presidente Felipe Calderón el costo político de plantear una buena reforma tributaria, ya que no le era "políticamente viable" proponer la eliminación de tratos preferentes en el Impuesto Sobre la Renta (ISR) y la generalización del Impuesto al Valor Agregado.

Lo preocupante es que todavía en la actualidad, cuando se han hecho evidentes las distorsiones y cargas que ocasiona dicho impuesto sobre el aparato productivo, las autoridades sigan defendiéndolo.

Uno de los casos más recientes en este sentido fue la columna que publicó el martes 21 de julio en El Universal, y que aparece en la página de Internet de la SHCP, el subsecretario de Ingresos, José Antonio Meade Kuribreña, quien en su apología del IETU dice que "como complemento del ISR es probablemente la reforma más profunda realizada en los últimos tiempos a nuestro sistema tributario".

Meade ve al IETU como impuesto de control y mide sus beneficios concretos e impactos específicos exclusivamente en términos de la recaudación, sin consideración alguna sobre sus efectos negativos sobre la operación de las empresas y los daños que les ocasiona en una crisis.

La nota del subsecretario es, además, mañosa, puesto que asigna al IETU, sin soporte alguno, una parte del mérito del crecimiento de 6.3 por ciento de la formación bruta de capital fijo en los primeros nueve meses de 2008. Según él, se trata "de una cifra muy superior a la que se esperaría en un entorno de incertidumbre y retracción del crecimiento".

Pero si el subsecretario quiere colgarle ese milagrito al IETU, también debe hacerlo con la maldición que ha sido para el desempeño de la economía durante el último trimestre de 2008 y la primera mitad de este año.

En efecto, con su misma lógica podemos concluir que el IETU contribuyó, en parte, a exacerbar la caída de la actividad económica durante el primer semestre de 2009, con una contracción de la producción de alrededor de 9 por ciento y un desplome de la inversión privada en el primer trimestre de 14.4 por ciento, cifras muy superiores a las que se esperarían tan sólo por la recesión en Estados Unidos.

En diversas oportunidades he señalado que el IETU es un mal impuesto que viola los principios económicos básicos de eficiencia y equidad, introduciendo severas distorsiones en la economía. La crisis actual hizo muy evidentes algunas de las más onerosas.

Este impuesto es una píldora venenosa para el flujo de efectivo de las empresas con deudas importantes y que pierden dinero, así como para las que quiebran.

Ellas en medio de esta crisis necesitan flujo de efectivo para hacer frente a sus compromisos financieros, pero mientras que sus pérdidas pueden aplicarse contra el ISR, no sucede lo mismo contra el IETU.

Ello hace que este impuesto sea un obstáculo considerable para que las empresas puedan superar sus dificultades financieras y cumplir con sus acreedores. En una recesión, en vez de estimular la inversión, acaba por desalentarla. Esto exacerba, a su vez, la contracción económica.

El colmo, sin embargo, es lo que el IETU hace con las empresas que quiebran. Cerrar una empresa implica liquidar su inventario y otros activos para recuperar algo de lo invertido originalmente.

Una empresa en quiebra no tiene que pagar ISR por las pérdidas acumuladas, pero el proceso de liquidación del negocio genera ingresos sin compra alguna. No hay, por tanto, utilidades, simplemente se trata de rescatar lo que se puede. Pero el fisco penaliza a los perdedores obligándolos a pagar el IETU.

En consecuencia, la defensa a ultranza del IETU sólo se explica por la incapacidad del gobierno de hacer una buena reforma tributaria, así como por la desesperación por obtener ingresos para mantener un gasto público altamente improductivo, parte del cual tuvo su financiamiento original en los ingresos extraordinarios del petróleo.

En efecto, la irresponsabilidad con la que se gastaron estos ingresos deja ahora al descubierto el boquete monumental que tendrán las finanzas públicas en el futuro próximo, mas cuando el volumen de producción de petróleo caerá, inexorablemente, por varios años.

El gobierno de Calderón, angustiado por esta situación, enfrenta ahora problemas de presupuesto. Considero, sin embargo, que tampoco intentará en esta ocasión reducir el tamaño del aparato estatal y las prebendas de los sindicatos públicos.

Optará nuevamente por la salida políticamente fácil. Por un lado, mantendrá vivo, contra viento y marea, al IETU. Mientras que por el otro, nos endilgará, por enésima ocasión, con otra reforma tributaria que, en vez de eliminar tratos preferentes y exenciones, muy probablemente producirá otros gravámenes bizarros en nuestro país.

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