Los dueños de equipos deportivos suelen tener muy mala fama: algunos aficionados los ven como simples mercenarios que se llenan los bolsillos de billetes, con una actividad que para ellos es subsidiaria, mientras tontean con la suerte de organizaciones que para muchas colectividades son la vida misma. Con frecuencia los jugadores tienen la misma opinión, y ven a quienes les firman los cheques punto menos que como capitanes de barco esclavista.
En muchos casos, esa mala imagen está plenamente justificada. George Steinbrenner ha hecho de su cargo como dueño de los Yankees de Nueva York el paradigma del empresario caprichoso, villamelón e incapaz, que todo lo quiere arreglar con dinero, y a quien le importa un rábano dejar al garete una de las franquicias históricas de la Gran Carpa. En el futbol americano existe el consenso de que los malos tiempos (que ya duran más de una década) que viven equipos tan significativos como los Raiders de Oakland y los Vaqueros de Dallas, tienen mucho qué ver con la (nefasta) personalidad y el carácter de sus dueños, Al Davis y Jimmy Jones respectivamente. Este último tiene la pésima costumbre de aparecerse en la banca del equipo en el último cuarto. ¿Qué rayos anda haciendo un fulano trajeado, por muy dueño que sea, dándole ñáñaras a quienes en esos momentos están decidiendo un partido? Con razón a Tony Romo le da diarrea en los últimos dos minutos tan seguido.
Por todo ello la familia Rooney, los dueños de los Acereros de Pittsburgh, son garbanzos de a libra, un par de mirlos blancos. El actual dueño, Dan Rooney, y antes que él su padre Art, han sido universalmente queridos y respetados no sólo por la Nación Acerera y sus jugadores, sino por sus colegas todos de la NFL. La organización es un reflejo de sus dueños: lealtad, disciplina, seriedad. Nada de escandalitos, dispendios ni oropeles. En vez de armar equipos con mercenarios espléndidamente pagados y con la madurez de críos de siete años, en Pittsburgh se forman y embonan pian-pianito los miembros de un equipo que funciona como tal temporada tras temporada. El cual, por cierto, ha tenido tres entrenadores ¡en los últimos 40 años! Cada uno de ellos ha ganado al menos un Super Bowl. Y cada uno de ellos, junto a los jugadores, le han dedicado el trofeo al Rooney en turno. ¿Han sabido que las Chivas le dediquen el campeonato a Vergara, o las Águilas a Azcárraga? Esto es, si se acuerdan de la última vez que Chivas y Águilas ganaron un campeonato
Todo esto tiene que ver no con que un servidor sea aficionado acerero desde hace décadas (y creo que queda claro por qué, más allá de lo meramente deportivo); sino porque la semana pasada, el señor Barack Obama tomó la sorpresiva decisión de nombrar embajador norteamericano en Irlanda a
No sé si esto sea bueno o malo para el equipo (a mí maldita la cosa que me importa la diplomacia; o los irlandeses, si a ésas vamos). Pero si Obama quiere reconstruir la imagen de la diplomacia de EUA, ésta viene siendo una buena medida. Hombres, lo que se llama hombres, como Dan Rooney, hay muy pocos.