Las estadísticas son desconcertantes: desde 1990 hasta 2007, el último año para el que existen datos consolidados, el índice de homicidios por cada 100,000 habitantes se había venido desplomando. O sea que en México cada vez morían asesinadas cada vez relativamente menos personas. Quizá estos últimos dos años el índice ha repuntado, pero ni siquiera eso tiene por qué ser cierto.
Más aún: otra vez en 2007, último año con cifras confiables y consolidadas, mil municipios de este país, de los 2,439 que existen, no registraron un solo homicidio doloso. Como lo leyó. En más del 40% de los municipios de México no se dio un solo caso de asesinato.
Como era de esperarse, se trata de municipios pequeños y poco poblados. Entre todos, agrupan a un 11% de la población, uno de cada nueve mexicanos. Pero que uno de cada nueve more en un ambiente en el que el homicidio doloso resulte una rareza, nos dice que tenemos un cuadro distorsionado de lo que realmente es el país en que habitamos.
¿Por qué pensamos que la criminalidad ha aumentado exponencialmente, si las estadísticas nos dicen que no es así? ¿Por qué creemos que México chorrea sangre, si más de un tercio de los municipios son aburrida, previsiblemente pacíficos? ¿Por qué creemos que la situación no tiene remedio, si los índices de violencia en algunas ciudades mexicanas son muy parecidos (o mejores) a los de ciertas ciudades de Estados Unidos quince, veinte años atrás? ¿Alguien nos engaña? ¿O nos autoengañamos?
Creo que la percepción de que México está en una situación de guerra se debe a varios factores. Uno, por supuesto, es que el Gobierno Federal insiste en referirse de esa manera a una confusa lucha en contra del crimen organizado, malosos que siempre habían existido y actuado, pero que hasta ahora se volvieron un asunto que amerita la atención de todo el mundo. Y cuando digo todo el mundo, es todo el mundo: medios de comunicación, chismes en las despedidas de soltera, comentarios en la cola de tres horas para comprar boleto en el nuevo estadio. Lo que antes era nota roja ahora es charla cotidiana.
El otro es que los medios hemos estado soplándole para avivar el fuego de la alarma. Por ejemplo, cada día se da cuenta del número de muertos por violencia (no necesariamente ejecutados, ni necesariamente víctimas del crimen organizado) en el décimo tercer país más extenso, el décimo primero más poblado del mundo. Y a veces resulta que hubo dos docenas de muertitos en una nación de 107 millones de habitantes, muchos de ellos no muy atemperados que digamos. ¿Son muchos o pocos?
Quizá hace diez años había tres o cuatro asesinatos diarios en Sinaloa. Pero ¿saben qué? Ni nos enterábamos. Básicamente, porque no tenía sentido. Y sigue sin tenerlo. La verdad.