Según la encuesta de mayo de Consulta Mitofsky la mayor preocupación de los mexicanos son los problemas económicos, particularmente la crisis, el desempleo y los bajos salarios, con un 65.6% de respuestas; mientras los asuntos vinculados con seguridad y justicia, especialmente inseguridad y narcotráfico, preocupan al 29.4% de los mexicanos, es decir, la relación es de más de dos a uno entre ambos problemas.
Por otra parte, de acuerdo a una encuesta del grupo Reforma difundida el pasado miércoles 17 de junio, la percepción de los mexicanos sobre si la situación ha empeorado o mejorado en ambos aspectos, sí incide en su decisión de voto: el PAN saca una ventaja de 19 puntos porcentuales al PRI entre quienes piensan que la situación económica ha mejorado y de 8 entre quienes piensan lo mismo respecto a la seguridad en su ciudad; en cambio el tricolor aventaja al blanquiazul entre quienes piensan que ha empeorado, de 25 puntos en la situación económica y de 16, en la seguridad pública.
Con estas evidencias Calderón y su partido no tenían alternativa: los temas que dominarían las campañas electorales eran precisamente la crisis económica y sus repercusiones sobre el empleo y los salarios y la inseguridad y el narcotráfico.
En el tema económico estaban totalmente contra la pared: primero, se habían equivocado en el diagnóstico (basta recordar "el catarrito" del secretario de Hacienda, Agustín Carstens); y después, a pesar de que particularmente Calderón y Carstens se esmeran en destacar que hoy el país está mejor preparado y que las medidas anunciadas sí surtirán efectos positivos para mitigar los impactos, lo cierto es que México será el país latinoamericano que más resentirá los efectos de la crisis, según declaró el miércoles 29 de abril, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe (CEPAL). Y los mayores efectos de la crisis estarán presentes precisamente durante la jornada electoral.
Así la única posibilidad de no sufrir una verdadera catástrofe en las elecciones intermedias era mantener fuera de la agenda mediática el tema económico, pues en el mismo su vulnerabilidad era mayor.
Y la única posibilidad de lograrlo era posicionar en la agenda un tema igualmente sentido para los mexicanos, muy particularmente para el mercado electoral panista, y donde el Gobierno tuviera mejores resultados que mostrar y mayor control de la situación. Y la inseguridad y el narcotráfico reunían ambas características: aunque preocupa únicamente al 29% de la población contra el 65% de la crisis económica, una parte muy importante de este porcentaje se concentra entre los potenciales votantes panistas (clase media urbana y clase alta, que ha sido la más afectada por la ola de violencia y secuestros, pues para las clases populares la violencia e inseguridad han sido parte permanente de su vida).
Por otra parte, era un tema en el que, a pesar de todo, el Gobierno mantenía el control de los tiempos y los discursos. Los tiempos porque podía dosificar y dirigir sus operativos de acuerdo a sus necesidades electorales: Michoacán, Nuevo León y demás. Los discursos, porque después de los casi nueve años de gobiernos panistas a nivel federal, Calderón y el blanquiazul han posicionado la idea de que la violencia actual es producto de la tolerancia e incapacidad de los gobiernos priistas, sean los federales anteriores al arribo de Fox o a los estatales actuales.
Así Calderón y Germán Martínez, dirigente nacional del PAN, centraron toda su estrategia en el combate al narcotráfico y el crimen organizado y se lanzaron a posicionar el discurso que no apoyar al presidente en su lucha era estar con el crimen organizado. Primero, el PAN responsabilizó al PRI de bloquear las iniciativas en la materia en el Congreso de la Unión y los legisladores tricolores respondieron con la inmediata aprobación de algunas de las iniciativas presidenciales en la materia.
Segundo, el blanquiazul basó su campaña publicitaria sobre los programas y acciones del actual Gobierno; priistas y perredistas cuestionaron lo que ellos consideraron el uso político-electoral de los programas sociales, aunque nada pudieron hacer ante las negativas del IFE y el Tribunal de considerarlo una infracción.
Tercero, el Gobierno reforzó sus operativos y acciones anti-narcos, particularmente las dirigidas en contra de funcionarios, ministerios públicos y policías. Y, finalmente, Calderón prácticamente se volvió monotemático y así también logra embonar perfectamente su presencia en los espacios informativos (que, por otra parte, particularmente en los noticieros nocturnos de las televisoras ignoran totalmente las campañas electorales) con la propaganda panista.
Los blanquiazules ubicaron la elección intermedia prácticamente como un referéndum a la estrategia gubernamental de combate al crimen organizado y buscan colocar a los electores frente a una disyuntiva: votar por ellos y respaldar al presidente o votar por cualquiera de las otras opciones y dejar a "México en manos del crimen".
Hasta hoy han dominado la agenda mediática. El combate al crimen organizado acapara los espacios noticiosos, los debates e intercambios entre candidatos y dirigentes de los partidos políticos y hasta las mismas campañas publicitarias. Y, por lo que se ve en las encuestas, todo hace suponer que les redituará buenos resultados en las urnas, pues la pérdida de preferencia electoral con respecto a la elección presidencial será relativamente menor. Y todavía falta ver si, como se especula, el Gobierno tiene guardado algún golpe espectacular como acción de último momento.